1933-1939: La luna de miel entre Hitler y los sionistas
El acuerdo Haavara entre el Gobierno de Hitler y la Federación Sionista de Alemania llevó 60.000 judíos a Palestina y supuso un balón de oxígeno clave para los nazis.
Por Manuel González
La llegada de Hitler al poder el 30 de enero de 1933 fue respondida con un boicot a nivel mundial promovido por las organizaciones judías de todo el mundo, poniendo la economía alemana al borde del colapso. La respuesta alemana llegó el 1 de abril con la convocatoria de un boicot antijudío que consistió en pedir a la población que no comprase en las tiendas de las que sus propietarios fuesen judíos. Hitler se ve obligado a parar el boicot ya que está contribuyendo a empeorar la maltrecha economía de Alemania. Pero no todas son malas noticias para Hitler: la Federación Sionista Alemana no sólo está en contra del boicot internacional contra el nazismo, sino que se muestra partidaria de llegar a un acuerdo con Hitler para favorecer la emigración de judíos alemanes a Palestina. Chaim Weizmann, el que después será primer presidente de Israel, es el encargado de iniciar las conversaciones con los nazis.
El 13 de mayo de 1933, el ministerio de Economía Alemán aprobó un proyecto que había negociado con el líder sionista Sam Cohen mediante el cual se organiza la emigración a Palestina de alemanes de origen judío. Los candidatos deberían disponer de al menos 1.000 libras esterlinas en divisas, una cantidad importante para la época. El chiste del acuerdo estaba en que los migrantes no sacarían un marco de Alemania. El dinero que tuviesen quedaba en una cuenta administrada por una sociedad controlada por los sionistas, Hanotea, que se encargaría de compensar esa cesión de dinero en forma de vivienda y terrenos en Palestina. Esta empresa se comprometía, además, a importar de Alemania los productos que necesitase en el futuro, pagándolos de ese fondo que habían generado los judíos migrantes. El valor del terreno y la vivienda que les iban a dar en Palestina ni siquiera suponían el 50 % de las mil libras. El resto se lo quedaba la sociedad sionista.
Los términos del acuerdo provocaron el rechazo de los posibles candidatos. El hecho de no poder sacar dinero forzaba a los migrantes a llevar un futuro agrícola que no les hacía la menor ilusión y para el que la inmensa mayoría no estaba preparada. Además, las propiedades en Palestina quedaban a nombre de la sociedad sionista por lo que tampoco podían pensar en vender y rehacer su vida dónde y cómo les pareciese. La mayoría de los alemanes de origen judío no eran campesinos y se englobaban en lo que llamaríamos profesiones liberales, obreros y un pequeño porcentaje de comerciantes y empresarios.
Este rechazo llevó a Chaim Arlosoroff, otro líder sionista, a pactar un par de mejoras que acabarían en el definitivo acuerdo Haavara, que significa “transferencia” en hebreo. La principal novedad consistía en que los migrantes podrían recuperar en Palestina parte del dinero que poseían en Alemania, hasta un máximo de 4.000 libras. El acuerdo se instrumentalizaba a través de la sociedad anónima PALTREU (Sociedad fiduciaria palestina para el asesoramiento de los judíos alemanes) y de la empresa Haavara Ltd. Estas sociedades debían hacer sus transacciones a través de dos bancos de Alemania (Wasserman y Warburg), un banco inglés, el Anglo-Palestine Bank, y un banco palestino establecido en Jaffa desde 1868, el Bank der Templer ( El Banco de los Templarios).
El modus operandi lo explica Iván Gómez Avilés en su libro Acuerdo Haavara, el pacto entre nazis y sionistas: “Los judíos que deseasen emigrar debían liquidar su dinero en las cuentas de la sociedad PALTREU, ya fuese en el banco Wasserman o Warburg. Con este capital se compraban productos alemanes que serían exportados principalmente a Palestina, pero también a otros países. La sociedad Haavara Ltd. recibía la mercancía y, una vez vendida, los emigrantes recuperaban su dinero después de descontar las comisiones pertinentes en favor de los bancos y entidades que gestionaban las operaciones. Este proceso implicaba la pérdida del capital judío que excediese las cantidades límite impuestas por el Gobierno alemán para poder abandonar el país [4.000 libras], pero, a pesar de ello, decenas de miles de judíos participaron en el proyecto”.
El Haavara, que entró en vigor en agosto de 1933, tenía la virtud de dar a las dos partes lo que deseaban: a los nazis, limpiar Alemania de judíos, y, a los sionistas, sentar las bases del futuro Estado judío. Por si fuera poco, ambos hacían negocio. Además, al Gobierno nazi le sirvió de escaparate para su propaganda en el exterior.
Dada la resistencia de la población alemana de origen o religión judía a dejar su país, la federación sionista, la única organización judía legal, con el apoyo de las autoridades nazis, llevó a cabo una intensa campaña de propaganda para convencer a los judíos alemanes de las virtudes de la emigración. Para ello contaron con su órgano de prensa, el Jüdische Rundschau (La Revista Judía*), el único periódico judío permitido por los nazis, que multiplicó su tirada durante estos años. La campaña a favor de la emigración también estuvo presente en los medios nazis. En mayo de 1935, el periódico oficial de la SS, Das Schwarze Korps, proclamó su apoyo al sionismo en un editorial que aparecía en la primera página: “Puede no ser lejano el tiempo en que Palestina podrá de nuevo recibir a sus hijos que han estado alejados de ella por más de mil años. Nuestros mejores deseos, junto con la buena voluntad oficial, van con ellos”. La cita es del trabajo “El sionismo de Hitler”, del historiador Mark Weber.
No sólo la propaganda mediática estuvo a favor del Haavara. Los sionistas tuvieron apoyo material para fomentar y organizar la “transferencia”. Lo cuenta Francisc Nicosia en El Tercer Reich y la cuestión palestina: “Los sionistas fueron alentados a llevar su mensaje a la comunidad judía, colectar dinero, mostrar películas sobre Palestina y, en general, educar a los judíos alemanes sobre Palestina. Hubo una considerable presión para enseñar a los judíos en Alemania a dejar de identificarse como alemanes para despertar en ellos una nueva identidad nacional judía. En una entrevista después de la guerra, el exdirigente máximo de la Federación Sionista de Alemania, Dr. Hans Friedenthal, resumió la situación: “La Gestapo hizo de todo en aquellos días para promover la emigración, particularmente a Palestina. Recibimos a menudo su ayuda cuando requeríamos algo de otras autoridades con respecto a la preparación para la emigración.”
Según Weber, los sionistas también contaron con ayuda material: “En cooperación con las autoridades alemanas, los grupos sionistas organizaron una red de unos cuarenta campamentos y centros agrícolas a lo largo de Alemania en donde los posibles colonos serían entrenados para su nueva vida en Palestina”. Ayuda material y algo más, escribe Weber: “El servicio de seguridad de Himmler cooperó con el Haganah, la organización militar sionista clandestina en Palestina. La agencia de la SS le pagó a Feivel Polkes, oficial de Haganah, por información sobre la situación en Palestina y por la ayuda dirigiendo la emigración judía a ese país. Entretanto, el Haganah se mantuvo bien informado sobre los planes alemanes por un espía que logró incluso implantar en la oficina principal de las SS en Berlín. La colaboración de Haganah-SS incluyó entregas secretas de armamento alemán a los colonos judíos para usarlas en choques con los árabes palestinos”.
Aunque el acuerdo estuvo vigente hasta 1941, su operatividad murió cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania, después de que esta invadiese Polonia el 1 de septiembre de 1939. Los británicos tenían la llave que permitía o denegaba el ingreso de extranjeros en Palestina, su colonia desde 1917, así como el número y las condiciones. En los años del acuerdo Haavara, se había fijado un cupo de cinco mil judíos al año como medida para contentar a los sionistas a los que había prometido dejarles construir su “hogar judío”, sin enfrentarse excesivamente a la población autóctona, que ya había protestado en varias ocasiones durante los años 20, y sobre todo a los árabes con los que ejercía de potencia colonial.
Pero el cupo de los cinco mil tenía un pequeño agujero: las autoridades británicas no contabilizaban a aquellos que llegasen con un capital superior a 1.000 libras, una pequeña fortuna en aquellos años. Esto permitió a los sionistas llevar a Palestina en esos años el doble de los judíos teóricamente permitidos, además de un capital considerable. Dentro del cupo formal entraban miles de judíos jóvenes, “el mejor material biológico” en palabras de Adolf Eichmann, de escasos recursos, de origen polaco muchos de ellos, garantizándose una mano de obra fiel. Por fuera del cupo, ingresaban los judíos adinerados, lo que generó un capital importante con el que comprar terrenos a los latifundistas turcos e iniciar medianas industrias. En 1931, la población judía en Palestina ascendía a 174.000, lo que da una idea de la importancia numérica de los 60.000 que arribaron gracias al acuerdo Haavara. Una de las medidas que tomó la Agencia Judía Palestina fue la de contratar únicamente a judíos, lo que provocó importantes protestas de la población palestina, protestas que los británicos sofocaron con ayuda parapolicial sionista.
Gran Bretaña había apoyado a los sionistas desde la Primera Guerra Mundial en la que varios miles de judíos lucharon en la Legión Judía al lado de los británicos. En 1917 el Gobierno inglés le envió una nota a Rothschild prometiéndole crear un Hogar Nacional Judío en Palestina. Al finalizar la guerra, disolvieron la Legión, contrariando los deseos de los líderes sionistas que la veían como el germen de su ejército. El freno a la inmigración a partir de 1939 llevó al enfrentamiento armado entre los sionistas y los británicos. En noviembre de 1940, el Patria, un barco que había estado haciendo la ruta Marsella – Haifa, se encontraba fondeando en este puerto palestino. Los británicos habían embarcado a 1.900 judíos inmigrantes ilegales con la idea de llevárselos a la isla africana de Mauricio. Una organización sionista puso una bomba en el barco para impedir que zarpase. Murieron más de doscientos migrantes. La “prestigiosa organización sionista israelí Yad Vashen dice que la bomba fue colocada “por los combatientes de la resistencia judía”.
El acuerdo Haavara fue una baza propagandística importante para los nazis. Hitler lo utilizó en un discurso en septiembre de 1936: “En Inglaterra la gente afirma que sus brazos están abiertos para dar la bienvenida a todos los oprimidos, especialmente los judíos que se han ido de Alemania… Pero sería mejor si Inglaterra no hiciera que su gran gesto dependiera de la posesión de £ 1.000. […] Así, nosotros, los salvajes, hemos demostrado una vez más ser mejores seres humanos. Y ahora somos aún más generosos y damos al pueblo judío un porcentaje mucho más alto del que tienen en posibilidades de vida y mayor que el que tenemos nosotros.”
El acuerdo de colaboración nazi-sionista se acompañó de un curioso viaje de dos parejas a Palestina: un nazi de abolengo y su esposa, de una parte, y un funcionario sionista y su esposa, de otra. Todo con gran profusión mediática
El acuerdo de colaboración nazi-sionista se acompañó de un curioso viaje de dos parejas a Palestina: un nazi de abolengo y su esposa, de una parte, y un funcionario sionista y su esposa, de otra. Todo con gran profusión mediática. El barón Leopold von Mildenstein, miembro de la nobleza austriaca, nazi con carné desde 1929 y oficial de seguridad de las SS, y su esposa, viajarían acompañados por el funcionario de la Federación Sionista de Alemania Kurt Tuchler y su mujer, quienes les llevarían a conocer las colonias sionistas de Palestina: dos parejitas en viaje de luna de miel tras el casamiento Haavara.
Tan encantado estuvo el barón, que se quedó seis meses. Inició el viaje en tren desde Hamburgo a Marsella acompañando a un grupo de jóvenes pioneros sionistas que iban a instalarse en Palestina. A su regreso a Alemania, el periódico berlinées Der Angriff (El Ataque), unos de los principales medios nazis, creado y controlado personalmente por Joseph Goebbels, publicó doce reportajes ilustrados sobre la visita del barón. ¿Qué mejor muestra para desautorizar las acusaciones en el extranjero que este alarde de hermandad entre nazis y sionistas? Por si fuera poco, a Goebbels se le ocurrió acuñar como recuerdo una moneda con la estrella de David y la leyenda “un nazi viaja a Palestina”, en una cara, y una esvástica y la leyenda “y lo cuenta en Angriff”, en el reverso. A su vuelta de Palestina, el barón Mildenstein fue nombrado oficial de la Oficina Judía del Reich, el judenreferent, con la misión de promover la emigración de los judíos alemanes a Palestina. El cargo de Mildenstein lo ocuparía Adolf Eichmann en 1939. No es de extrañar que, cuando Eichmann fue secuestrado, juzgado y ejecutado en Jerusalén en 1960, a Mildenstein le faltase tiempo para reclamar públicamente inmunidad aduciendo que era agente de la CIA. Nadie lo desmintió.
Las leyes de Nüremberg de septiembre de 1935 fueron aplaudidas en las páginas de Jüdische Rundschau donde se publicó el comentario de que con dichas leyes Hitler estaba cumpliendo las demandas del Congreso Sionista Internacional en el que habían reivindicado ser considerados como un pueblo aparte
La buena sintonía entre nazis y sionistas se mantuvo toda la década a pesar de las sucesivas medidas contra los judíos, incluidas las Leyes de Nüremberg de septiembre de 1935, que fueron aplaudidas en las páginas de Jüdische Rundschau. Una de las razones del apoyo tal vez estaba en que estas leyes permitían a las organizaciones sionistas utilizar su bandera, que a la postre sería la de Israel, mientras que se prohibía a los alemanes de origen o credo judío utilizar la bandera alemana. El Jüdische publicó un comentario del jefe de la Agencia Alemana de Noticias en el que explicaba que, con las Leyes de Nüremberg, Hitler estaba cumpliendo las demandas del Congreso Sionista Internacional, reunido en Lucerna unas semanas antes, en el que habían reivindicado ser considerados como un pueblo aparte. No debería extrañarnos esta sintonía entre nazis y sionistas si tenemos en cuenta que una medida como la prohibición de los matrimonios mixtos era compartida y, de hecho, sigue vigente en Israel. Ni siquiera el pogromo de la noche de los cristales rotos de 1938 en el que fueron asesinado cientos de judíos puso fin a la cooperación. Muy al contrario, estos eventos sirvieron de lección para aquellos alemanes de origen o religión judía que se empeñaban en seguir aferrados a su ser alemán, para escándalo de unos y otros.
El acuerdo Haavara es un gran desconocido del gran público, a pesar de la importancia que tuvo a la hora de sentar las bases del futuro Estado de Israel. No se han producido grandes producciones cinematográficas de Spielberg sobre el tema. Tampoco habremos visto extensos reportajes en televisión, radio o prensa. Este silencio no es una casualidad. Les interesa a los sionistas, al Gobierno de Israel y a sus aliados: Estados Unidos y la UE.
Aunque intentan mantenerlo oculto, cuando no les queda otra, los sionistas defienden el acuerdo alegando que permitió salvar las vidas de miles de judíos que, de otra forma habrían acabado en las cámaras de gas. No es un argumento válido porque, en ese momento, ni los nazis sabían lo que harían nueve años después. Y, si por arte de magia, los sionistas lo hubiesen sabido, mayor delito tendría su colaboración. La cuestión es otra: como buenos nacionalistas, los sionistas pusieron su lucha nacional por encima de los derechos civiles de los alemanes. Que los nazis hubiesen desatado una persecución feroz contra los militantes de izquierda no les importó, no iba contra ellos. No fueron judíos los primeros en ser llevados y asesinados en los campos de concentración nazis. Eran fundamentalmente comunistas y socialistas. Les seguirían después delincuentes, disminuidos, homosexuales, gitanos… Hasta 1939, los judíos que sufrieron la represión hitleriana lo fueron por el hecho de ser de izquierdas, no por su condición de judíos. Pero esta es otra historia tan desconocida como la del acuerdo Haavara. No obstante, sí podemos intuir el daño que hizo a la población alemana ver cómo nazis y sionistas justificaban la expulsión de los alemanes de origen o credo judío. Cuando las masas gritaban “¡judíos a Palestina!” para expulsar a los judíos polacos o en la noche de los cristales rotos, no hacían otra cosa que repetir lo que se les había inculcado.
El acuerdo Haavara fue para los sionistas la gran oportunidad de “transferir” a Palestina a miles de judíos y millones de libras, para poner los cimientos del futuro Estado judío
En definitiva, el acuerdo Haavara fue para los sionistas la gran oportunidad que se les brindaba de “transferir” a Palestina a miles de judíos y millones de libras, para poner los cimientos del futuro Estado judío. Como buenos nacionalistas, nazis y sionistas estaban de acuerdo en lo fundamental: ambos se consideraban una especie aparte (la raza superior o el pueblo elegido), y ambos estaban convencidos de que los judíos no debían formar parte del pueblo alemán.
*El Jüdische Rundschau ha sido recuperado en 2014 por el empresario judeo-alemán Rafael Korenzecher y se sigue editando, ahora en Israel. En unos días en los que el Ejército israelí está masacrando a civiles, miles de niños incluidos, en Gaza, este es uno de sus titulares: “Ataque a Israel. La política de apaciguamiento de Alemania hacia Hamás”. Y así comienza el editorial que firma Korenzecher, el dueño: “El 7 de octubre el mundo fue testigo de un pogromo de judíos sin precedentes desde 1945”. ¡La memoria del Holocausto al servicio del genocidio palestino!” Nada incongruente si pensamos que sus páginas sirvieron en 1935 para aplaudir las Leyes de Nuremberg. Puede consultarse en Internet.
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