8M: Otro día para caminar
Reproducimos una muy interesante nota periodística, donde no sólo se destacan acontecimientos históricos relacionados al 8 de marzo, sino que se nos presentan la lucha y los desafíos actuales de la mujer en Cuba.
Por Ania Terrero y Dixie Edith
"Hermana,
la tormenta que se aproxima
somos nosotras centelleantes,
estamos en camino".
Gabriela Clara Pignataro
El 8 de marzo de 1908 un incendio en una fábrica textil de Nueva York cobró la vida de más de 120 obreras. Las trabajadoras no lograron escapar porque los responsables de la industria cerraron previamente todas las salidas. Era una práctica habitual de la época para evitar robos, junto a otras pésimas condiciones de trabajo para las mujeres contratadas.
Esa fecha -y ese acontecimiento- están en los orígenes de lo que hoy conmemoramos, año tras año, como Día Internacional de la Mujer. Es evidente que no se trata de una elección al azar y que no es, de ningún modo, un momento para celebrar. Uno de los capítulos más dolorosos en la historia de la lucha por la igualdad de derechos influyó en la definición de este día.
Luego llegaron los debates mundiales. En 1910, durante la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora, algunas de las principales luchadoras de aquellos años, como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, entre más de un centenar de mujeres de 17 países, aprobaron conmemorar un día global para ellas. Aunque no fijaron fecha concreta, dijeron que sería en marzo.
Poco a poco la propuesta fue ganando seguidores en diferentes países y se convirtió en tradición. Pero no fue hasta 1975 que la Organización de Naciones Unidas (ONU) estableció -y celebró por primera vez- el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.
En palabras de la ONU, esta fecha "se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre".
Por tanto, este miércoles, millones de mujeres saldrán a las calles para demandar derechos elementales que aún son cuestionados. En distintas plazas y ciudades del mundo exigirán la legalización del aborto seguro y gratuito junto a otros derechos sexuales y reproductivos; el cese de las mutilaciones genitales y otras agresiones a la autonomía corporal y el fin de la violencia de género en todas sus formas, desde el acoso hasta los femicidios.
Reclamarán también una educación más plural, donde ellas sean visibles desde las primeras etapas; el cierre de las brechas salariales y de ascenso en los distintos espacios laborales; el desmontaje de todos esos estereotipos y prejuicios, transmitidos durante generaciones y a través de productos culturales o comunicativos, que colocan a las mujeres en posiciones de subordinación.
Porque este es un día para conmemorar el sacrificio de tantas mujeres que, en la historia reciente de la humanidad, batallaron sin tregua por la igualdad y lograron los primeros cambios. Es una justificación para, como cualquier otro día, luchar por los derechos que aún nos faltan, denunciar la violencia de género y educar en los principios de la equidad y del respeto.
En Cuba, donde muchos pasos se dieron en función de la incorporación de las mujeres a los espacios públicos, tenemos aún muchísimas deudas violetas. Los desafíos en términos de género para esta Isla del Caribe han sido sistemáticamente analizados en las páginas de esta columna. Van desde la persistencia de una distribución de roles sexista que coloca sobre las mujeres las mayores cargas domésticas y de cuidados, con todas las consecuencias que ello implica, hasta dolorosas manifestaciones de discriminación y violencia en múltiples espacios.
Por esa razón, este 8 de marzo -otra vez- nos saltamos las flores, postales y felicitaciones. Y creemos -sabemos- que no seremos las únicas. Aprovechamos este espacio semanal para listar algunos de los retos de las mujeres en Cuba, para visibilizar los pendientes más allá de las estadísticas. Y lo hacemos a través de quienes los viven y sufren, pero también construyen, piedra a piedra, el camino a la igualdad: siete mujeres de diversos espacios que chocan contra las desigualdades y escogen plantar batalla.
Abriendo caminos: visibilizar las brechas
Profesora de Psicología en la Universidad de Holguín y con muchos años de experiencia en el estudio de las violencias de género, para Aida Teresa Torralbas Fernández, “uno de los principales desafíos que tenemos por delante es que hemos crecido con la falsa idea de que la igualdad de género es algo que ya existía.
“Entonces, cuando una intentaba posicionar temas, se volvía realmente difícil, porque era como que estabas hablando de algo innecesario y, entonces… ¿para qué hablar de lo que ya tenemos?”, explicó.
Torralbas cuenta que durante una época existió mucha resistencia a reconocer esas brechas de desigualdad.
“Últimamente eso ha ido cambiando, pero hay determinados sectores que se quedaron con la idea de que ya todo está conseguido”.
Aurelia Castellanos Quintero, presidenta de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) en La Habana, comparte la valoración de Torralbas. Desde su labor insistente en la promoción de las mujeres productoras, defiende que cualquier asunto pendiente pasa primero por tomar conciencia del problema.
“Hay que visibilizar que existe y, por lo tanto, buscar soluciones, mecanismos que reduzcan al mínimo esas brechas en el camino a la igualdad”, insistió.
Si los estereotipos sexistas estuvieran menos naturalizados, si fueran más visibles en esos espacios considerados “masculinos” como las ciencias exactas o el sector agropecuario en que labora Castellanos; quizás Sandra Costa González, física de profesión, habría enfrentado menos obstáculos en sus estudios.
En la universidad, varias veces me sentí excluida y con deseos de desistir. Como mujer, en una carrera de ciencias eres minoría, un foco de atención para tus compañeros, los cuales se acercan a ti con condescendencia, con la premisa de "te quiero ayudar a pasar" y a veces hacen todo lo contrario, narró la también integrante de un proyecto de investigación del Instituto de Cibernética, Matemática y Física (ICIMAF).
Muchas veces, si pides ayuda, la persona en vez de explicarte y apoyarte para tratar de avanzar, asume directamente que no puedes hacerlo y te hacen el ejercicio. O llegan en términos mansplaining y te sobreexplican las cosas como si tuvieras un nivel más bajo. “El estereotipo es tan fuerte que cuando una mujer no pregunta o aprende por sí sola, mucha gente asume que otra persona, tu pareja, un amigo, fue quien te ayudó”, agregó.
La casa y el ambiente donde creciste te construye una autoestima o un supuesto rol que debes cumplir como mujer y a partir de ahí toca seguir enfrentando todos los estereotipos de género, afirmó esta joven científica.
Experiencias similares ha vivido Arlet Torres Carballosa, ingeniera en Desarrollo de Sistemas Aeronáuticos. Única mujer en el Laboratorio de Investigaciones de Tecnologías Aeronáuticas (LITA) de la Empresa Cubana de Navegación Aérea, aseguró que le tomó dos años y medio hacer entender a algunos de sus jefes que, aunque sus funciones fueran diferentes a las de sus compañeros, al ser parte integrada del resultado final era merecedora del mismo reconocimiento.
“Al principio hacer notar mis aportes fue difícil pues costaba adaptar a tiempos más modernos el saber hacer que había existido por casi 30 años en el laboratorio”, detalló.
“Soy una persona con una opinión fuerte y determinada, que a veces resulta disruptiva en una mujer joven en un sector donde predominan los hombres; me ha servido para ganarme el respeto de algunos y la indiferencia de otros”, dijo.
Para ella, trabajar en la misma oficina que su esposo representa “una dificultad añadida”.
“Al emitir determinadas opiniones me cuido de no incurrir en alguna indiscreción que pueda ser trasladada hacia el ámbito personal. También muchas veces trabajamos horas extras para cumplir plazos récord para tareas que son muy necesarias y me ha tocado dejar mi parte para mañana, porque alguno tiene que irse a casa a preparar la comida”, comentó.
Luego de 5 años de demostrar día tras día cómo puede contribuir, Torres cree que ha logrado llenar un espacio dónde ya su criterio se valora y se tiene en cuenta. “Cuando alguien que lleva 40 años en el sector te pide opinión, notas que algo has estado haciendo bien”, reflexionó.
Para Sandra Costa, otro obstáculo, quizás más doloroso, fue sufrir muestras de acoso durante la carrera. Desde profesoras sugiriendo que buscara ayuda de los “machitos, porque ellos son más inteligentes”; hasta maestros diciendo que le darían mejor nota porque era bonita o que hicieron su vida un infierno con tal de verla más.
“Muchas veces noto que las personas no valoran los conocimientos que tengo, por default le preguntan primero a los hombres, y ellos a veces no saben. Siento que asumen todo el tiempo que no sé. Una se siente invisible, una carita bonita, vacía, en el ámbito profesional”, insistió la científica, quien también labora como adiestrada en el Instituto Nacional de Investigaciones en Metrología.
Anabel Antuña Alfonso sabe muy bien de qué habla Costa. La estudiante de Sociología en la Universidad de La Habana defiende que los cambios deben pasar por tomar conciencia de muchas desigualdades.
“Siempre digo que la universidad es un espacio para formar mejores seres humanos, por lo que no podemos seguir reproduciendo las lógicas patriarcales que arrastramos de años y años”, dijo.
Desde su perspectiva, urge un cambio de mirada, un cambio de pensamiento y de práctica, que tiene que sentirse y aprenderse en cada aula de este país.
“La universidad juega un papel fundamental porque es donde se forman los futuros profesionales que apostarán por el desarrollo de nuestro país y necesitamos que se entienda la importancia y de acabar con todas las formas de dominación que nos oprimen, dígase: capitalismo, patriarcado, racismo, colonialismo…”.
No basta con tener leyes
Algunas luces han aparecido en los últimos años en este camino aún lleno de obstáculos. El actual contexto de reformas legislativas -con claros enfoques de género en muchas de las normas aprobadas o en proceso- recuerda un poco a aquellos años iniciales de la década de 1960, en que las cubanas conquistaron derechos que habían sido sueños para sus abuelas: al aborto, a igual salario por similares trabajos, a educación de la sexualidad, a la conquista del espacio público, a la educación…
Sin embargo, para Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), profesora titular de la Universidad de la Habana e integrante del Comité Nacional de la FMC, contar con las leyes no es suficiente.
A su juicio, el principal desafío hoy pasa por la implementación y aplicación de esas normas jurídicas ya aprobadas. Porque “son normas que indudablemente nos ponen en una situación muy, muy favorable para eliminar las discriminaciones, luchar contra los estereotipos y los prejuicios y para atender de manera priorizada las situaciones, por ejemplo, vinculadas a la violencia de género y a la violencia familiar”.
Pero el reto es la implementación, “porque como sabemos las mentes de las personas que trabajan en todos estos espacios no cambian de un día para otro y necesitan de sensibilización, de capacitación, aceleradamente, para que se puedan aplicar de manera adecuada”, insistió González Ferrer, quien también representa a Cuba en el Comité de supervisión de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
En línea con esta jurista, Torralbas considera que otra limitante tiene que ver con la creencia de que el hecho de que las leyes hablen de una determinada igualdad o estén luchando por una igualdad es suficiente.
“No nos damos cuenta de que detrás de esa igualdad legal hay situaciones muy diferentes de los hombres y las mujeres y que, a la larga, no es ni siquiera la igualdad legislativa lo que hace falta, sino más bien equidad para poder lograr realmente esa igualdad”, aseguró.
Aunque exista igualdad de oportunidades, si no hay un trabajo sociocultural y educativo detrás, las personas no hacen uso de esos derechos. Y a veces ni siquiera es porque no quieran, sino porque objetivamente no pueden. Ahí es donde se necesita más ese enfoque de equidad, precisó la psicóloga.
Aurelia Castellanos, en tanto, cree que resulta esencial ver las luchas de género como "un asunto de justicia social”, sobre todo en un proyecto tan humanista como el cubano.
Anticipado ya por González, en un punto convergen las miradas de casi todas las mujeres entrevistadas para estas Letras de Género: es muy urgente capacitar, sensibilizar, educar.
Para Aida Torralbas, es necesaria una educación social, “para que las personas puedan darse cuenta de las problemáticas relacionadas con la desigualdad y de las desventajas con que viven determinados grupos sociales por su condición de género”.
Castellanos, en tanto, aboga por extender esos espacios de sensibilización, formación y compromiso “a cualquier espacio de atención o decisión en el país, desde la Policía Nacional Revolucionaria, hasta el Gobierno, los ministerios…”.
“Todos los decisores tienen que estar sensibilizados, formados; y tienen que entender que este es un tema de primer orden”, precisó.
Alianzas para una batalla
Para Anabel Antuña, otro problema que afecta a las mujeres hoy es de conciencia, de no acabar de conectar con las causas feministas. Cree que en su espacio más cercano, la universidad, a pesar de que existan profesoras brillantes, proyectos y se hagan algunas actividades, no es suficiente.
Existe una carencia de perspectiva feminista entre profesores y mucho más entre el estudiantado. Aún cuando encontramos estudiantes sensibilizadas se hace necesario profundizar más en la teoría y desarrollar una práctica coherente, dijo.
En paralelo, opinó, urge lograr que nuestros compañeros se sumen a la lucha. “Es necesario que entiendan que nuestra lucha no es egoísta, se trata de justicia y de derechos”.
Desde su perspectiva, por lo general, los hombres visualizan el feminismo como un capricho de nosotras y en el mejor de los casos creen que es justo, pero que solo es cosa de mujeres. “Esta lucha es de hombres y mujeres, todos juntos”.
Antuña también abogó por la educación, “para mí esto es un elemento fundamental en cualquier proceso y más si hablamos de procesos emancipadores. Se hace necesario cambiar la forma en la que estamos educando, se hace necesario romper con la Academia patriarcal que tenemos hoy en día”.
Finalmente, se refirió a la voluntad política. “Es verdad que cada vez se habla más del tema, cada vez se preocupan más por el tema, pero no siempre se ocupan. En el caso universitario considero que la FEU debe revisar los principios que defiende e incorporar el feminismo. Si hablamos de justicia social, de emancipación, de Revolución, hay que ser feminista”.
“La Feu históricamente ha sido una de las organizaciones más radicales que siempre ha jugado un papel fundamental en la vida de los jóvenes y en el futuro de nuestro país. Hoy no podemos quedarnos dormidos, hoy tenemos que seguir siendo vanguardia defendiendo lo justo y lo humano”, insistió.
Mientras, la actriz y directora Liliana Lam prefirió mirar al futuro este 8 de marzo. Y hacerlo con decisión.
“Los principales desafíos que tenemos nosotras, las mujeres cubanas, pasan por comprender que tenemos que seguir logrando cosas. Es verdad que se han dado pasos importantes, pero hay que seguir logrando cosas”.
Inspirada quizás en la escritora, filósofa y feminista inglesa Mary Wollstonecraft, protagonista de una de sus más recientes apuestas dramáticas, rescató también el valor de andar juntas por el camino difícil.
“Pienso también que uno de los mayores desafíos que tenemos es unirnos entre nosotras. No tener divisiones, no estar cada una pensando que está luchando por su lugar o por su lado; sino unirnos y siempre tener esa esa mano para ayudar, esa sororidad tan necesaria y que hace la vida más hermosa”.
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