Argentina en la línea del Ecuador
Si analizamos el desarrollo de los acontecimientos en la República del Ecuador observamos muchas similitudes con el proceso que transitamos nosotros.
Por Rubén Darío Guzzetti
Desde el inicio de la campaña electoral que culminó con el triunfo de La Libertad Avanza, el 19
de noviembre pasado, veníamos advirtiendo sobre los riesgos que corríamos los ciudadanos de
este país, tanto desde el punto de vista de la continuidad de la vida, con el ajuste económico y
social anunciado, como en la posibilidad real de vernos involucrados en algún conflicto
internacional.
Una sucesión de hechos corroboró esas advertencias. Desde los desplantes y agresiones a
potencias con economías complementarias como China, poniendo en riesgo una porción
considerable de nuestras exportaciones y los créditos “swaps”, pasando por el papelón y daño
producido por el retiro de la BRICS, , después de solicitar el ingreso en el gobierno anterior, hasta
seguidismos vergonzantes a las políticas del bloque anglosajón invitando a la asunción al
presidente que llevó a la destrucción de su pueblo en Europa del Este, así como el discurso
sacado del arcón de la historia en Davos, y últimamente el insulto gratuito a un presidente de
un país hermano que viene haciendo enormes esfuerzos por recuperar la dignidad de su pueblo
y alcanzar una paz tan necesaria como imprescindible para el desarrollo local y la unidad regional.
Si analizamos el desarrollo de los acontecimientos en la República del Ecuador observamos
muchas similitudes con el proceso que transitamos nosotros.
Desde 1991 al 2000 el Sucre, anterior moneda de circulación, se devaluó un 2500% (1), creando
las condiciones para una dolarización que aplicaron justamente el año del inicio del nuevo milenio. Los servicios de la deuda externa se duplicaron entre 1991 y el 2000, pasando de U$S 2456,00 millones a 4970,28, volviéndose a duplicar entre el 2000 y el 2006, a pesar de la dolarización, llegando a 8743,66 millones (2).
Después de una sucesión de gobiernos entreguistas junto al creciente sometimiento a los planes del FMI, llega a la conducción La Revolución Ciudadana en el 2006, al calor de la oleada de gobiernos progresistas con epicentro en la primera década del siglo. Se producen mejoras en la
calidad de vida de la población, aunque no se puede avanzar ni en la desdolarización ni en cambios estructurales.
Luego viene la traición de Lenin Moreno y la continuidad del proceso neoliberal en la presidencia
de Guillermo Lasso. El excompañero de fórmula de Rafael Correa, en 2017, acelera todos los procesos de descomposición y extranjerización que hoy afloran con toda crudeza.
Ecuador se comienza a transformar en una plataforma de desembarco del imperio estadounidense.
Pasa de ser un país de tránsito de drogas hacia Europa a ser otro de consumo, elaboración y tránsito. Se multiplicaron los carteles del narcotráfico que se trasladaron de Colombia y creció el crimen organizado. Ecuador pasó de ser el segundo país más seguro de América Latina en 2015 con 5,3 homicidios por cada 100 mil habitantes, a ser el más inseguro en 2023 con 46 por cada 100 mil hab.
Todo fue ocurriendo con el avance de las medidas neoliberales; el desfinanciamiento de las fuerzas de seguridad y las revueltas carcelarias, las privatizaciones, de los 12 puertos más importantes que tiene el país 11 están en manos privadas, un feroz ajuste fiscal con el congelamiento de salarios, empobrecimiento general haciendo que importantes masas de la
población queden rehenes del narcotráfico para poder sobrevivir, sobre todo de los carteles de
Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
En estas condiciones llega al gobierno Daniel Novoa, un joven empresario formado en EE.UU. y
preparado para ejercer la primera magistratura en un escenario de caos muy propicio para que
las fuerzas imperiales tomen el control absoluto del país.
Con el despliegue de todo ese escenario se desata la violencia de las últimas semanas y el gobierno no tiene idea más brillante que pedir la colaboración a quienes hicieron todo lo posible
para generarla.
De esta manera la semana pasada, el 22 de enero, llegó a Quito la generala Laura Richardson,
comandante jefa del Comando Sur y el ex senador Christopher Dood, asesor del presidente Joe
Biden para el hemisferio occidental, encabezando una nutrida comitiva, para colaborar en solucionar la crisis de seguridad. Inmediatamente tuvieron una reunión con el presidente Daniel
Novoa, la fiscal Diana Salazar, los ministros de defensa e interior y el alto mando de las Fuerzas
Armadas y la Policía.
Más tarde en una entrevista al medio “Primicias” Richardson explicó algunas medidas del plan
de “colaboración”.
EE.UU. tiene un plan de inversiones de U$S 93,4 millones en el área de seguridad. Además, dio
detalles del acuerdo de cooperación militar para permitir intercambio de información de inteligencia militar y operaciones conjuntas para combatir el crimen organizado.
El presidente Novoa autorizó a los policías y militares a que trabajen juntos para combatir las 22
pandillas identificadas, con la colaboración del FBI.
La generala Richardson permanecerá varios días en el país visitando bases militares donde se
reunirá con jefes de todas las fuerzas. Los acuerdos no solo incluyen la preparación de militares
ecuatorianos en EE.UU. sino el arribo al país sudamericano de especialistas en combatir la
delincuencia, es decir un desembarco liso y llano.
Según la comandante en jefe del Comando Sur para el año fiscal 2024 tienen programado 124
actividades en Ecuador. Parte de los U$S 93,4 millones se utilizarán para ofrecer recompensas
por información, no aclara qué tipo de información premiarán.
También se refirió a la Hoja de Ruta de Asistencia de Seguridad, llamada ESAR, con Ecuador y que ya está en marcha. Un plan de 5 años sobre defensa bilateral entre el Pentágono y Ecuador.
Otro acuerdo en marcha es el SOFA (por sus siglas en inglés), Acuerdos sobre el Estatuto de las
Fuerzas Armadas que establece el marco bajo el cual actúa el personal militar estadounidense en el exterior, es decir que, entre otras cuestiones, los delitos que cometan dichas fuerzas serán juzgados en Estados Unidos.
Por otro lado, está vigente el “acuerdo de navegantes” que autoriza a las fuerzas del orden del
Ecuador estar en buques estadounidenses.
Asimismo, las fuerzas de seguridad ecuatorianas trabajan en conjunto con la Fuerza de Tarea
Conjunta Interagencial Sur con sede en Key West, Florida, para la detección y el seguimiento del
tráfico ilícito de drogas, con operaciones en Galápagos, especialmente.
No obstante Richardson fue más lejos manifestando su intención de que estos acuerdos se extiendan a otros países de la región para combatir el crimen organizado.
Por otro lado, el presidente Novoa dijo estar dispuesto a intercambiar chatarra militar rusa para
Ucrania a cambio de U$S 200 millones en material nuevo.
De esta manera el Comando Sur desembarcó en Ecuador con la intención de extender su influencia en otros países para, con la excusa de la “ayuda militar” para combatir el crimen, hacerse de los recursos naturales, que ellos consideran propios.
Este avance neoliberal puso en estado de alerta y lucha a las comunidades originarias, ya que
los intereses privados están dispuestos a ir sobre la explotación del petróleo del Yasuní, siendo
que en agosto del año pasado el resultado del referéndum lo prohibía.
Si observamos el derrotero transitado por el país hermano encontraremos muchos puntos de
coincidencia con lo que está pasando en el nuestro y las intenciones del nuevo gobierno, por lo
tanto, es necesario actuar a tiempo impidiendo la consolidación tanto del DNU como de la ley
llamada ómnibus y rechazarlos en su totalidad.
La dolida patria de de Eloy Alfaro y Oswaldo Guayasamín nos muestran una dura realidad, sobre
la cual es nuestro deber reflexionar para resistir a ella y desplegar la mayor solidaridad con ese
pueblo hermano invadido por el imperio con la hipócrita excusa de la “ayuda”.
El imperio produce el caos para luego ofrecer la ayuda en aras de restablecer un nuevo orden, que le permita intervenirnos y saquearnos a gusto.
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