Armenia debe reconocer a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk
La decisión adoptada por Rusia se transforma en un verdadero condicionante para aquellos que aseguran estar a favor de la autodeterminación de los pueblos.
Por Adrián Lomlomdjian
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, acaba de patear el tablero internacional de lo “políticamente correcto” para muchos (al menos en occidente), respondiendo afirmativamente al pedido realizado por la Duma (Cámara de Diputados) y reconociendo oficialmente la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Quizá, además de quitarle -al menos por un rato- la máscara de la hipocresía a las relaciones internacionales, lo que hizo el mandatario ruso fue dar inicio formalmente a una nueva época, en la que el poder del imperialismo norteamericano y sus aliados ya no es hegemónico. Este tema, fundamental a escala internacional, merece ser pensado de manera más profunda. Por eso, en este espacio y con el transcurrir de las semanas, iremos editando nuestras reflexiones y la de otros autores, a fin de contribuir al conocimiento colectivo sobre una cuestión que es vital al momento de imaginar el futuro de la humanidad.
El paso dado por Putin, no sólo es la expresión de la fortaleza que fue adquiriendo Rusia durante los últimos años -al menos como potencia militar y como freno a la maquinaria avasallante y criminal liderada por los Estados Unidos-, sino también consecuencia directa de las inteligentes relaciones políticas que fue tejiendo el gobierno ruso con aliados y adversarios.
Los acontecimientos que se fueron sucediendo recientemente son una síntesis del nuevo rol de Rusia. Lo hemos visto en las respuestas rusas a cada una de las innumerables provocaciones y agresiones en su contra provenientes desde Occidente, y también, en el ida y vuelta personal con los líderes de otras potencias internacionales y regionales, como con los mandatarios de Estados Unidos, Francia, Alemania y Turquía, entre otros.
Su acompañamiento al presidente Bielorruso cuando era acosado por la Unión Europea; la rápida intervención de la OTSC en Kazajstán, anticipándose al intento de la OTAN de establecerse allí a través del ejército turco; la respuesta de instalar misiles en Cuba, Nicaragua y Venezuela, ante la amenaza de los Estados Unidos de establecerse en las fronteras con Rusia; la decisión de seguir apoyando la integridad de Siria ante los planes norteamericanos y turcos de dividirla, tal como lo hicieron con Irak y Libia; y la decisión de suspender la semana pasada su visita oficial a Turquía, son algunos de los hechos que nos venían anticipando esta decisión de Rusia, además de mostrarnos que la situación internacional había empezado a cambiar.
El presidente de la República de Artsaj, Arayik Harutiunian, celebró la decisión del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, de "reconocer la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk", y felicitó al pueblo del Donbass por este evento histórico y expresó su esperanza de que se restablezca la paz y la estabilidad en esta región que alguna vez fue próspera.
El presidente Harutiunian señaló que la República de Artsaj ha estado luchando por su libertad, seguridad y construcción del Estado durante décadas y ha estado expuesta a muchos juicios y acciones genocidas. “Por lo tanto, esperamos que la República de Artsaj, que tiene bases históricas, políticas, legales y morales indiscutibles relevantes, se haya ganado el reconocimiento internacional de su Estado soberano", subrayó el mandatario de Nagorno-Karabaj.
¿Qué hará el gobierno de Nikol Pashinian? ¿Seguirá jugando al “complemetarismo” de estar bien a veces con Rusia y China y otras con Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN? ¿O comprenderá, definitivamente, de qué se tratan las relaciones y la política internacional, y tomará las decisiones que contribuyan a garantizar la seguridad nacional y la existencia misma del pueblo armenio y de la República?
Armenia debe reconocer de la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, si pretende sostener en la arena internacional el reclamo del derecho a la autodeterminación del pueblo de Artsaj (Karabaj).
Armenia -como Estado- y los armenios –como colectivo nacional- debemos ser capaces de romper con una tradición basada, lamentablemente, en la casi fabulesca idea de que todos deben ser solidarios con los armenios sin importar qué hacemos y qué actitud tenemos con lo que sucede con otros pueblos. Ya es hora de ponerle fin a muchas de “las certezas” que se fueron transmitiendo de generación en generación, pero que muy poco tienen que ver con la realidad.
Debemos dejar de creer que las declaraciones de los gobernantes de las potencias occidentales son decisiones que favorecen los intereses del pueblo armenio o acciones concretas de apoyo. No, son simples declaraciones de ocasión y nada más. Desde el genocidio hasta hoy, de Estados Unidos, las potencias europeas, el sionismo y la OTAN solo recibimos “lindas palabras” y los consejos permanentes para romper con Rusia –su pueblo y su Estado, nuestros aliados estratégicos- y alejarnos de los pueblos hermanos a quienes nos une una lucha común (árabes, palestinos, kurdos, yezidís y otros).
No aprender de la historia nos condenará a repetir errores y a volver a vivir tragedias que podríamos evitar, si decidimos abandonar el mundo irreal, para apoyar los pies sobre la tierra, enfrentarnos cara a cara con nuestro pasado y presente, y definir juntos el futuro que queremos y por el cual trabajaremos desde donde estamos.
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