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Armenia, la diáspora y un momento crucial en su milenaria historia

El diario NOR SEVAN volvió a imprimirse después de tres años. En su editorial, reflexiona sobre la actualidad de Armenia, Artsaj y la diáspora.


Difícil momento atraviesa la armenidad en su conjunto. Impensado hace algo más de tres décadas atrás, cuando Armenia formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y las comunidades diaspóricas disfrutaban del incesante progreso de la Madre Patria y, a la par, crecían y fortalecían sus fructíferos lazos con la Renacida Armenia. Hoy, la situación es diametralmente opuesta.


La Tercera República ya no integra aquel poderoso Estado Plurinacional -como lo fue la Unión Soviética-, que no sólo garantizaba sus fronteras externas y la seguridad de sus ciudadanos, sino que le permitió desarrollarse y crecer como muy pocos lo lograron en un período de tiempo tan corto.


Armenia está rodeada por ciertos países poco amistosos, con quienes tiene cuestiones sin resolver que vienen del pasado. A ello, hay que agregarle los problemas generados a partir de la elección de un sistema de desarrollo económico y organización de la sociedad -el capitalista-, que hace de la injusticia social una constante, privilegiando los intereses de la clase dominante y sus aliados externos. Armenia está en una región del planeta donde desde hace más de un siglo disputan hegemonía entre sí e intentan someter a los pueblos, proyectos de dominación, saqueo y exclusión como lo son los del imperialismo occidental, el panturquismo y el sionismo.


En estos treinta años, Armenia estuvo liderada por gobiernos encabezados por representantes políticos y directos de los grupos de poder europeos y norteamericanos, o por miembros de la oligarquía local vinculados a poderosos grupos económicos rusos y/o occidentales.


En el actual contexto, Armenia se encuentra atravesando por otro período crucial en su milenaria historia, donde está en juego el desarrollo futuro del Estado armenio y de la armenidad en su conjunto, y también la seguridad del pueblo y la existencia misma de la República de Armenia y de Artsaj.


De tener un país seguro, con una sociedad en constante evolución y crecimiento, y un Estado nacional (integrante de otro más grande y plurinacional) capaz de sostener no sólo el desarrollo de la Armenia Soviética, sino también el de las distintas comunidades armenias del mundo, en tres décadas pasamos a tener un Estado que se muestra casi incapaz de garantizar la inviolabilidad de las fronteras, el desarrollo nacional y el sostenimiento de la diáspora.


En la diáspora, escuelas que se cierran o a la que concurre una parte ínfima de los miles de descendientes de armenios que forman parte de las colectividades asentadas en los cinco continentes; serias dificultades para la enseñanza del idioma armenio y para la preparación de docentes; generaciones enteras de estudiantes que egresan luego de estar quince años en nuestras escuelas comunitarias y no logran hilvanar una oración y, mucho menos, entablar un diálogo en armenio; periódicos, revistas y programas radiales que se cierran por el desinterés creciente o la falta de apoyo; disputas internas que continúan, golpeándonos más a nosotros que a nadie... Estos, y muchos otros, son los problemas que se profundizaron en las últimas décadas y “de eso no se habla” o “se habla mal”.

Se evita el tratamiento colectivo de estos temas fundamentales para nuestro futuro, repitiendo argumentos obsoletos y atemporales, u objetivos coyunturales que no son fundamentales a la hora de pensar cómo construir futuro. A pesar del cambio generacional en la conducción de nuestras instituciones, faltan debates sobre las cuestiones que inciden en nuestra cotidianeidad.


Allá y acá estamos transitando momentos de definiciones. Algunas deberán ser tomadas por las autoridades, las fuerzas políticas y los pueblos de Armenia y Artsaj, ya que son ellos los protagonistas. Pero eso no es excusa para que no sigamos investigando y estudiando el pasado, analizando el presente, opinando, debatiendo y acercando propuestas, tratando siempre de aportar nuestro granito de arena en la búsqueda de soluciones.


Otras cuestiones, principalmente aquellas vinculadas a la actualidad y futuro de nuestras comunidades, precisan de toda nuestra atención y compromiso militante, para comenzar a desandar el camino del balance crítico y autocrítico que nos permita no sólo abordar los problemas, sino avanzar hacia la superación de los mismos, basándonos en el intercambio de ideas y en la elaboración de propuestas superadoras.


Ni todo lo pasado es desechable, ni todo lo nuevo es bueno e infalible.


Los espacios ya están. Tenemos que generar todo lo necesario para que vuelvan a llenarse de vida y proyectos. Y esto será posible, fundamentalmente, gracias al protagonismo de las nuevas generaciones.


Los lazos con Armenia son indiscutibles y deben ser indestructibles, porque además son indispensables para garantizar la permanencia y el desarrollo de la armenidad en estas tierras tan lejanas. Debatir el cómo, con quiénes y el para qué de esas relaciones, es también una cita ineludible para el activo comunitario.


Desde hace varios años, en cada frente de trabajo de la Unión Cultural Armenia venimos abordando estas cuestiones, que hacen no sólo a nuestro futuro colectivo, sino al de cada una de nuestras instituciones.


No renunciamos ni a la unidad de acción, ni al debate comunitario. Tampoco al intercambio de ideas y posiciones políticas sobre el pasado, presente y futuro. Simplemente decimos que el sacrificio hecho por quienes nos precedieron, merece mucho más que transformar a la comunidad en un ámbito donde prevalezcan las ambiciones personales y sectoriales, o donde una foto o una puesta en escena con personajes de turno, sean convertidos en objetivos y supuestos logros colectivos de los cuales enorgullecernos.


Llevamos sobre nuestros hombros una historia milenaria y rica, con momentos de alegría y también de mucho dolor, con errores y derrotas, pero también plagada de éxitos e imborrables hitos colectivos. Seamos dignos de ese legado recibido y orgullosos constructores de un futuro superador.


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