En Armenia, reafirmando convicciones
Entonces fue ahí, en ese lugar, frente al monumento de Dzidzernagapert, donde comprendimos de que ser argentino o ser armenio ya no es una discusión para nosotros.
Por Gabriel Tchabrassian
La JUCA hizo su primer viaje a Armenia, y como no puede ser de otra manera, muchos entenderán que las sensaciones, emociones y lo que se quiere transmitir de lo vivido es demasiado difícil de expresar en palabras, pero aquí va el intento.
Más allá de que como JUCA era nuestro primer viaje, para muchos de los integrantes también fue el primer viaje a Armenia. Esto trae una carga emocional muy fuerte para cualquier persona que participa activamente dentro de la colectividad y fue de esta manera, desde lo emocional, desde lo que le pasó a cada uno de nosotros desde lo más profundo de nuestro ser, como fue que transitamos una gran parte del viaje.
Saber que estábamos viajando a aquel país del cual escuchamos hablar desde que nacimos, que visitamos absolutamente todos los lugares que nos cansamos de ver en fotos, generó en la mayoría de nosotros una movilización interna importante. Sabemos muy bien que todas estas emociones que se generan a partir de estar en Armenia, no tienen que ver sólo con el simple hecho de ser descendientes de armenios (ya que tenemos compañeros y compañeras de la JUCA y del Kaiané que no lo son), sino con el desarrollo de una historia que empieza desde lo personal, para algunos en sus casas, junto a sus padres y abuelos, y que luego se consolida colectivamente nucleados dentro de una organización que a su vez forma parte de una colectividad aun mayor y diversa.
Para otros, que quizás de casualidad comenzaron a circular por espacios de la colectividad armenia, sin tener una historia pasada que los ligue directamente a ésta, comienzan a interesarse y encuentran un espacio en el cual pueden desarrollar sus ganas de participar en un lugar que los contiene, que los nutre y que los deja llevar adelante sus ideas.
En este punto, la Unión Cultural Armenia deposita permanentemente en cada uno de nosotros ese deseo de participar activamente en lo que respecta a la difusión de la cultura armenia, y a militar, en pocas palabras, por un mundo más justo, llevando como banderas la solidaridad, la amistad, el respeto y la pluralidad.
En Armenia entendimos más que nunca y reafirmamos que somos ciento por ciento argentinos y que somos ciento por ciento armenios, y que la doble identidad no es un problema para nosotros, sino que la vivimos con plenitud, orgullosos del país y continente en el que vivimos, como así también orgullosos de poder llevar adelante tamaña tarea de difundir a tantos kilómetros de distancia la cultura de la cual descendemos.
Entendimos mas que nunca que nuestra militancia en contra de los genocidios y por el cumplimiento de los Derechos Humanos no tiene fronteras y que en esa militancia nuestra condición de argentinos hace que por suerte estemos parados sobre una plataforma firme y con futuro.
Estar frente al Monumento de Dzidzernagapert, hizo que nos demos cuenta de que la doble identidad esta en permanente movimiento. Al apoderarse de nosotros el llanto, nuestro 100% armenio recordaba las historias contadas por nuestros abuelos, imágenes, etc. Y entendíamos que había una historia que nos tocaba de cerca, una historia que fue parte de toda nuestra vida, que crecimos con ella y que nunca vamos a olvidar. En el mismo momento, nuestro 100% argentino miraba el monumento, ese monumento que se hizo para recordar a las víctimas del genocidio, y supimos que eso es tener MEMORIA, y tener memoria es decir “NUNCA MAS”.
El Monumento de Dzidzernagapert, para nosotros, es el grito de “NUNCA MAS”, es el pañuelo blanco de nuestras Madres, es un puño levantado, es un símbolo de lucha, y eso aflora desde lo más profundo de nuestra argentinidad y latinoamericanismo. La lucha en contra de la violación de los Derechos Humanos es un proceso en el cual nuestro país ha tenido una gran injerencia a nivel mundial, y mirar el Dzidzernagapert y sentirse más argentino que nunca no es para nada disparatado para nosotros.
Para poder entender un poco más esta posición, no hace falta remontarse tanto en el tiempo. Volver a escuchar como un juez en nuestro país sentenciaba de que Turquia había cometido el crimen de genocidio contra el pueblo armenio, alcanza para entender de que cuando hablamos de Derechos Humanos las fronteras ya no existen y somos tan argentinos como armenios y como ciudadanos del mundo. El que no entienda de que para luchar por el genocidio armenio hay que sentirse bien argentino, consideramos que está en un problema.
Entonces fue ahí, en ese lugar, frente a ese monumento donde comprendimos de que ser argentino, o ser armenio ya no es una discusión para nosotros, que somos las dos cosas y que una va de la mano con la otra y que son inseparables, porque nunca vamos a poder hablar de genocidio armenio sin hablar de dictadura militar, o hablar de Kemal Ataturk sin hablar de Videla o Roca.
Por eso no hablamos de la “causa armenia”. Porque Causa hay una sola, y es la de los Pueblos, la de todos. Y en esa lucha estamos.
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