Estela de Carlotto: "Estas historias deben contarse, nunca olvidarse"
En una profunda charla con Nor Sevan, la emblemática líder de los derechos humanos detalló su historia de lucha por la identidad, la verdad y la justicia, y su solidaridad constante con la lucha de los pueblos.
Por Gabriel Tchabrassian y Emiliano Lomlomdjian
Con más de 40 años de lucha, Estela de Carlotto analiza su historia de vida y su trayectoria en la defensa de los derechos humanos. “Yo nací en la dictadura del ‘30 y viví con permanentes interrumpciones a la democracia. Tenía una familia tipo, con proyectos pequeñoburgueses de clase media y aceptando la historia oficial”.
Recuerda que como docente nunca enseñó el genocidio de armenios porque no existía en los textos, “como muchas otras historias de Argentina y el Mundo”. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo es un ejemplo de lucha por la verdad. “Recuperamos la identidad de 127 nietos, pero resta concientizar a la sociedad argentina”. Sin perder la esperanza, afirma que no va a haber democracia plena hasta “que no se sepa la verdad de los más de 300 jóvenes que faltan recuperar”.
- Durante la década del ’70 sus hijas empezaron a militar políticamente, pero desde la sociedad no se tomaba dimensión de lo que pasaba en Argentina, ¿cómo vivió ese momento?
- Con mis hijas empezamos a hablar sobre su participación política en grupos escolares. La mayor estaba en la Juventud Universitaria Peronista y la segunda en la secundaria, en la UES. El aprendizaje que nos dieron mis hijas fue muy importante. Nos enseñaron la historia no oficial, la verdadera historia. Su propósito era el cambio, porque la Argentina era un país dominado; empobrecido, siendo rico; con pocos ricos y la mayoría en la pobreza. Ellas hablaban de Justicia Social.
- Cuando el 24 de marzo se produce el golpe de Estado, ¿pensó que la situación iba a empeorar?
- El primer sentimiento fue miedo, porque lo que se venía haciendo durante el gobierno de Isabel y la Triple A, que secuestraba y mataba gente, empeoró. Mi hija Laura nos contaba que secuestraban a chicos y no volvían. En el velatorio de mi madre en el ‘77, yo vi como un Ford Falcon paraba y metía a un jóven que llevaba libros bajo el brazo. Laura estaba conmigo y quiso salir a decirle algo a los secuestradores y le dije: “Te quedas acá conmigo, porque si no te llevan a vos también”. En las charlas les recomendábamos que se fueran del país porque las podían matar, pero Laura me respondió: “Nadie quiere morir, todos tenemos un proyecto de vida, pero miles de nosotros vamos a morir y nuestra muerte no va a ser en vano”. Ahí me di cuenta que su decisión de seguir era irrefutable.
La vida de Estela cambió cuando desapareció su esposo. Tenía miedo. “A mi marido lo secuestraron y estuvo desaparecido por 25 días. Volvió enfermo, con 14 kilos menos y contando todo lo malo que vivió”. Mientras tanto, ya su hija Laura -junto a sus compañeros- vivía en la clandestinidad. “Ella me escribía y me hablaba, disimulábamos ser amigas, porque sabíamos que los teléfonos estaban intervenidos. Me llamó el 16 de noviembre del 1977 y ese fue el último contacto”.
- Cuando desaparecieron ella y su marido, ¿por dónde empezó la búsqueda?
- Por mi marido fui a golpear puertas. La iglesia resultó ser un fiasco. Bignone me recibió y, cuando le fui a pedir por ellos, me dijo: “Los matamos a todos”. Y respondí: “Si ya los mataron no me quiero pasar la vida buscando en los cementerios, que me entreguen el cuerpo”. Un tiempo después, una liberada que estuvo presa con Laura, vino a la fábrica de mi marido a contarnos que Laura estaba embarazada y que al hijo le iba a poner el nombre del padre, Guido, que nacía en junio y que yo lo vaya a buscar a la casa. La alegría me renació, porque ella estaba viva. La idea era que me entregaran a mi nieto y que ella iba a salir en libertad. Estuvo nueve meses secuestrada. El bebé nació en junio, pero nunca llegó a mi casa. A ella la asesinaron dos meses después. Un tarde, nos llamaron desde Isidro Casanova, nos contaron una historia falsa y nos entregaron el cuerpo de Laura. Pienso que nos lo entregaron, porque se lo había pedido a Bignone.
- A pesar del terror de la dictadura, ¿le contaba a sus conocidos lo que estaba sufriendo?
- Recién después de todo esto, mis compañeras, las maestras, se enteraron de todo lo que estaba viviendo. Lo mantenía en una reserva total. La incomprensión era muy alta, hablaban de los terroristas, de los subversivos y yo no quería que me ofendieran u ofendieran a Laura. Por eso, sólo dos maestras lo sabían, el resto no.
- Entonces, fue después de luchar por la aparición de Laura que decidió contactarse con los organismos de derechos humanos.
- En mi familia política hay una desaparecida, María Claudia Falcone, de la noche de los lápices. El hermano de ella fue el marido de Claudia, mi otra hija. La mamá de María Claudia, Nelba Falcone fue la que me aconsejó que me reúna con las Madres. Me contacté con lo que hoy es Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Fui muy bien recibida y desde ese momento estamos juntas, tenemos diferentes culturas, religiones, pero nos queremos con el alma.
- En el ‘77 empezó a relacionarse con las Abuelas de Plaza de Mayo, ¿cómo fueron esos primeros encuentros?
- En octubre de 1977, las Abuelas se dan por fundadas. Empezaron a reunirse en Buenos Aires. No había ninguna sede, los encuentros se daban en confiterías, donde se simulaba un cumpleaños y firmábamos cartas para el exterior. En el primer lugar donde nos dieron un espacio fue en la Unión de Mujeres Argentinas (UMA). Después estuvimos en la casa de una de las Madres y después de los viajes por Europa pudimos alquilar y luego comprar las actuales sedes. Ahora nos quedan chicas, porque este organismo creció y crece, en todo lo que es la visibilidad, las búsquedas y el ejemplo de 40 años de lucha por la verdad.
- Uno de los principales trabajos de Abuelas es la restitución de la identidad de los bebés nacidos en cautiverio, ¿cómo y cuándo decidió empezar a buscar a su nieto?
- Yo me enteré que mi nieto era un varón en el año ‘80, cuando estaba en San Pablo. Me lo contó Rita, una chica que había estado presa con mi hija. En 1985 le pedí autorización a la Justicia para exhumar el cuerpo de Laura y averiguar la verdad. El secuestro, el nacimiento del bebé, todo estaba registrado en el cuerpo. Tenía la dentadura deteriorada, marcas en la pelvis y tiros en el cráneo. Le dispararon a 30 cm de la nuca, la tiraron al suelo y le rompieron el brazo. Pude contar la verdad ante todo el mundo. Al chiquito, como a los demás, lo buscamos con las compañeras.
- Y después de más de 30 años de búsqueda encontró a su nieto Guido.
- Llevamos encontrados 127 nietos, entre ellos el mío, que fue en 2014. Cuando él vino, yo no estaba, pero igual no me hubiese dado cuenta que era mi nieto, porque estuvo arriba, dio su testimonio y nadie sospechó nada. A los pocos días, mi hija que es la tía, lo llamó y le dijo: “Mirá, te tengo que dar una noticia, sos hijo de desaparecidos”. “Ah ah ah”, respondía él. “Es un impacto, ¿no?”. Y siguió. “Pero te tengo que decir que tu abuela es Estela”. “Uuuuuuyyy”, fue su los gritos de Guido, mientras ella agregó: “Y yo soy tu tía”.
“Yo tuve la suerte enorme de encontrarlo con todas y con todos, porque me ayudó la Argentina y el mundo. La noticia tomó estado nacional e internacional. Todos dicen ‘cuando lo encontraste yo estaba…’ y cuentan lo que hacían”, recuerda Estela.
- Muchas abuelas encontraron a sus nietos, pero todavía quedan secuelas de la dicatura, ¿qué falta todavía por conquistar?
- Lo que queda es encontrar miles de restos que no se saben dónde están. Los han arrojado al mar, al océano, los quemaron y sí los enterraron en fosas comunes, no se sabe dónde. Resta encontrar 300 nietos todavía y también concientizar a la sociedad argentina, que con la mala prensa, descreen de lo que hacemos los organismos y tratan de humillarnos o desprestigiarnos. El gobierno cuestiona que no son 30 mil y también nos cuestionan por restituir identidades. Eso es muy ofensivo.
- En este contexto, ¿cómo continúa la lucha de las Abuelas por los derechos humanos?
- Nosotras no vamos a aflojar. Todavía viajo por el mundo a pesar de que me canse mucho. Mientras haya una abuela estará luchando y, el día que no exista ninguna, quedarán los nietos.
- El gobierno nacional, al igual que el turco, tiene presos políticos, persigue a quienes piensan distinto y niega el pasado. ¿Qué alternativa tiene el pueblo ante esto?
- Creo que la fuerza está en el pueblo. El pueblo es el soberano. Y si nosotros vemos los desastres, los actos inhumanos que está haciendo esta gestión y somos pasivos, vamos a sufrir las consecuencias de esa pasividad. Tenemos que ser activos y unirnos. Hay falta de humanidad en esta gestión. Este hombre no tiene criterios humanos y no respeta a nadie. A los jubilados, nos saca lo poco que ganamos y a los maestros los tiene muertos de hambre. Cuando me enteré del 2x1, en una radio dije “este gobierno de ladrones ya no sabe qué hacer”. Entonces, hay que olvidarnos de las diferencias. Ahora, debemos preparar a la ciudadanía para la unidad.
- Por último, un mensaje para nuestro lectores.
- Les dejo el entrañable cariño que siento por la comunidad armenia, por la comprensión que tengo de lo que han sufrido y han aguantado en silencio, sin reconocimiento hasta que por fin lo han tenido. Desde que nos conocimos, las Abuelas estamos solidarizándonos, hermanándonos con esta historia que debe contarse, nunca debe olvidarse, debe repararse. Así, los descendientes de aquellas víctimas vivirán tranquilos. Yo he encontrado un cariño y un entrañable sentimiento cada vez que tuve contacto con la comunidad, que estuve en sus actos y en sus casas. Tienen mucha ternura y eso es muy lindo.
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