Ganar la paz, para vivir y perdurar
La política belicista del Estado Turco encabezado por su presidente Erdogán pone en riesgo permanente la vida de los diferentes pueblos que habitan la región.
Por Gabriel Tchabrassian*
El pasado 27 de septiembre la República de Azerbaiyán inició un ataque a gran escala en toda la línea fronteriza que este país tiene con la República de Artsaj, o más conocida como Nagorno Karabaj. Artsaj es el nombre que le dan los propios habitantes de esta región y es en idioma armenio. ¿Por qué un nombre en armenio? Porque los habitantes de este territorio, en un 95%, son armenios. Desde 1994 que Artsaj tiene su propia constitución, sus propias autoridades y comparte con Armenia el idioma oficial, la religión cristiana apostólica y al “Dram” como moneda. Y su bandera es igual a la armenia solo que con una franja blanca en el medio, simbolizando dos repúblicas de una misma nación. ¿Pero qué pasó en 1994? Entre 1991 y 1994 se libró una guerra entre Armenia y Azerbaiyán por este territorio.
Durante el período soviético, Nagorno Karabaj quedó administrativamente dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán como Región Autónoma de Nagorno Karabaj. En el proceso de disolución y desintegración de la URSS –que no sucedió de un momento a otro sino que fue complejo y llevó sus meses– cada república que la conformaba inició un proceso de sucesión e independencia de esta Unión de Repúblicas. Armenia y Azerbaiyán hicieron lo propio disolviendo sus repúblicas soviéticas y declarándose independientes bajo una nueva constitución. Pero también hizo lo propio la Región Autónoma de Nagorno Karabaj al comprender que la situación administrativa que la integraba a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán ya no existía.
Haciendo uso del legítimo derecho a la autodeterminación de los pueblos, mediante un plebiscito en 1991, el pueblo de Nagorno Karabaj declaró su independencia y se constituyó como república. Azerbaiyán no reconoció este plebiscito y comenzó una guerra contra Armenia por la región de Nagorno Karabaj. Esa guerra la ganó Armenia ya que Azerbaiyán nunca pudo recuperar ese territorio y prevaleció el derecho del pueblo de Artsaj a su autodeterminación, conformando la República de Artsaj.
Pero esta es una república de facto, ya que no es reconocida internacionalmente por ningún país, y eso se debe a varios motivos. En principio porque la guerra no se dio por finalizada en 1994 sino que se acordó un cese del fuego para iniciar negociaciones que se desarrollan hasta la actualidad en lo que se conoce como Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) copresidido actualmente por Rusia, Estados Unidos y Francia e integrado –entre otros países– por Armenia y Azerbaiyán. Mientras no haya acuerdo en ese espacio, difícilmente algún Estado reconozca oficialmente a la República de Artsaj.
Desde la firma del cese del fuego, Azerbaiyán se encarga de violarlo sistemáticamente y tensionar permanentemente la línea fronteriza. El 12 de julio de este año Azerbaiyán atacó la ciudad de Tavush, territorio de su frontera con Armenia, anticipando con ese ataque lo que comenzaría el 27 de septiembre último. El armamento utilizado, la intensidad de los ataques y el bombardeo a la ciudad capital de Artsaj, Stepanakert, determinan que Armenia y Artsaj están nuevamente en guerra con Azerbaiyán. Esa misma mañana el Primer Ministro de Armenia declaró la Ley Marcial y el Estado de Guerra en todo el territorio convocando a todo varón mayor de 18 años a presentarse en cada comisaría, mientras que el Presidente de Artsaj, Arayik Harutyunyan, hizo lo propio en su territorio.
Es imposible comprender este conflicto si no sumamos actores fundamentales en una difícil situación geopolítica regional en donde Turquía es el principal aliado militar de Azerbaiyán. De la mano de su Primer Ministro Erdogan, las políticas belicistas que desarrolla en el marco de su política exterior, pero también interior, ponen en riesgo permanente la vida de los diferentes pueblos que habitan la región. Hacia el interior de su país, la represión es dirigida a la población kurda, armenia, asiria y todo aquel que intente organizarse para enfrentar las políticas del Neo Otomanismo de Erdogan, encarcelando periodistas y diputados opositores e interviniendo mediante golpes de Estado las diferentes alcaldías en las cuales gobiernan partidos opositores.
En el marco de su política exterior, la intervención militar de Turquía en Siria es el ataque directo al proyecto del Confederalismo Democrático del pueblo kurdo como propuesta emancipatoria para todos los pueblos de la región, liderados por Abdulah Ocalan como principal referente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), encarcelado en Turquía desde 1999. Además hay que resaltar que es desde Siria donde Turquía organiza ejércitos de mercenarios para enviar a la guerra con Artsaj.
Hoy Turquía, como principal aliada de Azerbaiyán, utiliza el conflicto de Nagorno Karabaj en el marco de su disputa geopolítica con Rusia. Intervenir activamente en territorio exsoviético le posibilita avanzar en sus planes de expansión injerencista sobre los pueblos del Cáucaso y Asia Central, retomando el proyecto de unificar a los pueblos de origen túrquico.
Este proyecto tiene un pequeño problema: entre Turquía y Azerbaiyán se encuentra la República de Armenia. Este problema se convierte en un problema mayor cuando el principal aliado militar de Armenia es Rusia, cuyo ejército custodia la frontera con Turquía.
Otro de los principales aliados de Azerbaiyán en este conflicto es Israel. Armenia abrió su embajada en Tel Aviv durante los primeros días de septiembre de este año y durante los primeros días de octubre, con la guerra en desarrollo, decidió llamar a consultas a su embajador, quien ejercía su función recientemente, informando que Israel seguía proveyendo de armamento a Azerbaiyán.
Abrir una embajada en el Estado de Israel es un acontecimiento político importante, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los principales aliados de Armenia es la República Islámica de Irán. A su vez, cientos de miles de armenios que viven en Líbano, Siria e Irán hicieron saber su descontento.
La situación geopolítica en la región está resultando sumamente compleja y peligrosa para los pueblos que la habitan, siempre perdedores en las guerras entre las grandes potencias que se disputan el mundo para estar mejor posicionadas en función de saquear los recursos naturales y someter a los pueblos. Defender a Artsaj hoy es defender el legítimo derecho de un pueblo a su autodeterminación y es también defender la integridad de un pueblo milenario que reproduce y desarrolla su cultura en toda su amplitud y que lo único que pide es poder hacerlo en paz, pero también hacerlo en amistad y solidaridad con todos los otros pueblos, incluido el azerí, porque en esa unidad estará la fuerza de estos para luchar contra quienes los oprimen y los enfrentan.
*Estudiante de Sociología, integrante de la Juventud de la Unión Cultural Armenia e integrante del Observatorio de Crímenes de Estado de la Facultad de Ciencias Sociales.
Fuente: Espoiler
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