¿Otro mundo peor es posible?
Ramonet nos recuerda que el fascismo surgió justamente como fruto de una gravísima crisis y arrastró tras su demagogia a masas desesperadas. "¿Se repetirá la historia?", se pregunta. Es decir: otro mundo peor es posible.
Por Abel Prieto
La periodista e investigadora canadiense Naomi Klein estudió a fondo el uso de las crisis que han hecho las corporaciones y los políticos a su servicio para implantar el modelo neoliberal en toda su crudeza. En su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre (publicado en Cuba en 2009), la autora expone un importante antecedente de este tipo de operación: el macabro proyecto Mkultra. La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) contrató al siquiatra Ewen Cameron, entre 1957 y 1964, para impulsar experimentos sobre el control de la mente. Cameron quería "reconfigurar" las creencias y valores de un individuo, borrar sus recuerdos y su identidad, destruir sus facultades intelectuales. Sus ratones de laboratorio fueron pacientes necesitados de una mínima ayuda psicológica y nunca dieron su autorización para entregarse a los tormentos a que fueron sometidos: "Les privaba del sueño y los aislaba durante semanas, y luego les administraba altas dosis de electroshocks y cocteles de drogas. Los transportaba a estados preverbales e infantiles" (La doctrina del shock). Los resultados de Cameron nutrieron los manuales de la CIA para "técnicas de interrogatorio". Incluían el empleo de métodos sofisticados de martirizar a prisioneros y fueron muy útiles durante la represión en el Chile de Pinochet, en los países latinoamericanos marcados a sangre y fuego por el Plan Cóndor, en Abu Ghraib, en la base yanqui de Guantánamo, en Afganistán. Aquello que hizo Cameron a escala de la psiquis individual fue amplificado para abarcar la psiquis colectiva en "el capitalismo del desastre". Una de las experiencias que analiza La doctrina del shock es precisamente la de Chile. La guerra sucia contra Allende, el golpe militar y la cacería, tortura y asesinato de "subversivos" conforman una de las crisis que examina. Nos muestra cómo la cia, el Gobierno de ee. uu. y sus aliados locales diseñaron el panorama idóneo para la acción de los más ortodoxos ideólogos del neoliberalismo: Milton Freedman y su equipo de la Universidad de Chicago. Gracias a la barbarie fascista y al estado de terror, en Chile se aplicaron sin cortapisas las recetas más salvajes del modelo. La doctrina del shock pone muchos otros ejemplos donde se han combinado una crisis, un trauma colectivo y la imposición de un férreo esquema venturoso para las élites y funesto para las mayorías. Ahora, en una entrevista realizada a propósito del nuevo coronavirus, Naomi Klein vuelve al ejemplo del huracán Katrina, cuando "grupos de expertos de Washington como la Fundación Heritage se reunieron y crearon una lista de soluciones pro mercado libre". La gente, traumatizada a causa de la catástrofe, asistió indefensa a recortes en los servicios sociales y a la privatización de las escuelas públicas y de todo lo privatizable. Advierte además que "la persona que presidió el grupo del Katrina fue Mike Pence", es decir, el vicepresidente de Trump, quien ahora dirige el manejo de la pandemia. "Podemos estar seguros de que exactamente el mismo tipo de reuniones (que se convocaron a propósito del Katrina) ocurrirán ahora", subraya. Ramonet nos recuerda en su ensayo La pandemia y el sistema-mundo que el fascismo surgió justamente como fruto de una gravísima crisis y arrastró tras su demagogia a masas desesperadas. "¿Se repetirá la historia?", se pregunta. Es decir: otro mundo peor es posible. Pero tanto la escritora canadiense como Ramonet, como muchas otras personalidades que han debatido sobre las lecciones de esta epidemia, coinciden en que hay que movilizar a la gente digna de este mundo y levantar "trincheras de ideas" que corten el paso a las fuerzas oscuras. La pandemia ha puesto a circular teorías delirantes, algunas promovidas por alguien como Trump, que quiere desviar la atención de sus errores y responsabilizar a China, a la oms, a un "factor externo". El Canciller de Brasil tuvo una revelación: el coronavirus es un complot para instaurar en el planeta el poder comunista. En Estados Unidos recelos similares se han hecho explícitos en las protestas de partidarios de la ultraderecha radical que interpretan las restricciones por la epidemia como inspiradas en el comunismo y hasta en el Diablo. En Annapolis, Maryland, un manifestante dijo: "Satán está detrás de todo esto, porque quiere un Gobierno mundial". La industria cultural hegemónica, como el siquiatra de la cia, ha estado haciendo lo posible por extirparnos la memoria y la capacidad de pensar. Ha trabajado sin descanso en la formación masiva de criaturas atontadas, manejables, infantilizadas. Precisamente el rebaño que requiere el fascismo.
Fuente: Granma
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