¿Qué hicieron Rusia y Occidente por los armenios?
Presentamos un análisis sobre el rol jugado por Rusia, las potencias occidentales y la comunidad internacional durante la guerra provocada por Azerbaiyán en Artsaj.
Por Adrián Lomlomdjian
El acuerdo firmado entre el primer ministro de Armenia y los presidentes de Azerbaiyán y Rusia, trajo el fin de la guerra, detuvo las muertes de soldados y civiles por las acciones militares, y paró la destrucción de ciudades y aldeas. Pero también profundizó y agravó la crisis política ya existente en Armenia, debido, principalmente, a la pérdida de parte del histórico territorio de Artsaj.
Con un patrón de razonamiento difícil de entender en muchas oportunidades, pero sustentando en la bajada de línea que sistemáticamente realizan los medios de comunicación al servicio del poder político-financiero-militar global (en manos de las potencias centrales de occidente), algunos sectores en Armenia y las comunidades diasporianas insisten en poner a Rusia en el centro del fracaso propio o de lo que se considera una derrota.
Y lo hacen utilizando distintas argumentaciones, muchas de ellas carentes de algún tipo de sustento que la convalide más allá de elucubraciones propias o de realidades que viven dentro de cada uno en base a la situación que desean, pero que no es lo que sucede.
Producido el ataque azerbaiyano sobre Artsaj el 27 de septiembre, fue Rusia, liderada por su presidente y su canciller, quien rápidamente puso su maquinaria diplomática y su influencia internacional al servicio de lograr el inmediato cese de fuego y el regreso de las partes a la mesa de negociación, que cuenta con la mediación del Grupo Minsk de la OSCE, presidido conjuntamente por Rusia, Estados Unidos y Francia.
Luego de mucho andar y trajinar, de mantener conversaciones diarias con las autoridades de las partes en conflicto y de contactos permanentes con gobernantes de las otras potencias y de países de la región como Turquía (involucrada en el conflicto como parte activa, aliada a Azerbaiyán) e Irán (de posición neutral, fronteriza con Armenia y Azerbaiyán), el 10 de octubre, y luego de más de 9 horas de conversaciones, Moscú lograba hacer realidad la firma de un acuerdo de cese de fuego humanitario inmediato. El documento fue firmado en la capital rusa por los cancilleres de Armenia y Azerbaiyán, con la mediación del Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov.
Como es de público conocimiento, ese primer acuerdo y los otros dos intentos de hacerlo realidad, fueron sistemáticamente violados por la parte azerbaiyana.
¿Qué hubiera pasado si la comunidad internacional, no sólo Estados Unidos y la Unión Europea, sino las Naciones Unidas a través de su Consejo de Seguridad, hubiera hecho lo necesario para que se cumpla ese primer acuerdo alcanzado con la mediación rusa?
La situación se hubiera detenido como estaba. Y basta echarle un vistazo a las crónicas para darnos cuenta, que al 10 de octubre Artsaj mantenía su integridad territorial intacta y gran parte de los territorios denominados "cordón de seguridad" aún bajo su control.
Además de Azerbaiyán, ¿a quienes les convino que el agresor de Artsaj violara el acuerdo firmado y continuara con las acciones bélicas?
A Turquía, a Estados Unidos, a Israel, a la Unión Europea, a la OTAN... Por eso, ni se inmutaron en tratar de hacer cumplir lo acordado, apostando al desgaste del prestigio político de Rusia y a poder establecerse ellos en la zona, a partir de ser considerados por las partes en conflicto como garantes de la solución.
Mientras Occidente hacía "llamados" a las partes en conflicto a detener las "agresiones mutuas", Azerbaiyán seguía atacando y avanzando con el apoyo de Turquía, Israel y los mercenarios. Y mientras Artsaj seguía resistiendo con armas rusas y cada vez menos combatientes, Rusia continuaba las conversaciones, tratando de ponerle fin a la guerra antes de que fuera demasiado tarde.
Ya sabemos como terminó todo. Con las fuerzas azerbaiyanas a sólo dos kilómetros de Stepanakert, con Shushi y otras regiones históricas en poder de Azerbaiyán y con Rusia como garante para la firma del fin de las agresiones y la salvación de una parte importante de Artsaj por fuera del control azerí y como territorio para ser habitado por los armenios.
No debemos más que recordar las palabras del presidente Artsaj, Arayik Harutiunian, quien ya había prendido las luces de alarma sobre la necesidad de recursos humanos, el 3 de octubre. Decía que para ganar la guerra tenía que movilizar entre ochenta mil y cien mil personas, y quienes estaban mayoritariamente en el frente eran soldados conscriptos de entre 18 y 20 años, y no eran más que el 20% de la cifra requerida. Y fueron esos jóvenes inexpertos la principal fuerzas que luchó contra varios países, no solo contra Azerbaiyán.
Reiteramos, las cosas son como son y no lo que queremos o pensamos. ¿Cuántos de nosotros teníamos en cuenta esta realidad?
Ante las manifestaciones de los últimas días en las calles de Ereván, el presidente de Artsaj fue duro al responderle al pueblo de Armenia. "No busques a un traidor. Todos traicionamos a la nación, dejando solos a los jóvenes de 18 años. ¿Dónde estaban los voluntarios, el ejército armenio mundial? ¿Dónde estaban mis queridos habitantes de Stepanakert? ¿Cómo se suponía que íbamos a resistir al ejército de 6.000 hombres?", enfatizó.
Una cachetada que debe despabilarnos como colectivo nacional. No para sentirnos culpables, sino para asumir el grado de responsabilidad que le cabe a cada uno.
Hay mucho para analizar. Lo hicimos y lo seguiremos haciendo desde estas páginas. Aquí y ahora simplemente quisimos reflexionar sobre un tema que nos preocupa, ya que parece que todavía hay muchos que no aprendieron lecciones del pasado e insisten en castigar a la mano amiga.
Al día de hoy, las fuerzas de paz rusas desplegadas en Artsaj ya instalaron 10 puestos de control en la línea de contacto entre Artsaj y Azerbaiyán y el corredor Lachin. Asimismo, y de acuerdo a la información suministrada por el Ministerio de Defensa ruso, tropas y equipo militar fueron trasladados desde la base aérea de Erebuni, en Ereván, hacia Stepanakert, capital de Artsaj.
Se paró la guerra, la historia sigue.
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