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Jensezian: "El actor desnuda el alma ante vos, es la materia prima dentro del cuento"

La directora de Tadrón, Herminia Jensezian, combina su amor por el teatro con el compromiso con la memoria y la cultura del pueblo armenio.


Herminia es directora de teatro, escenógrafa, actriz y gestora cultural y es con esta variedad de conocimientos que hace 24 años está al frente del Tadrón Teatro, una de las salas más conocidas del circuito de teatro independiente, ubicada en el corazón del barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires.


Una trayectoria en la cual el amor por el teatro se mezcla con el compromiso con la memoria y cultura del pueblo armenio que dio origen a su familia.


“El destino quiso que desde muy chica estuviera ligada al teatro. Todo comenzó en 1970, cuando llegó a la Argentina la Comedia Nacional Armenia La Diáspora. Era el último día de función y conozco a un actor que vino a ser mi marido. Nos casamos y nos fuimos a vivir al Líbano donde acabo uniéndome al grupo”, detalla Herminia sobre sus comienzos. De regreso a la Argentina, se dedica a estudiar con dos grandes maestros del mundo teatral: el arquitecto y escenógrafo Gastón Breyer, con quien estudió escenografía y heurística, y Juan Carlos Gené, actor y dramaturgo, con el que desarrolló su formación como directora teatral.


Hoy con sabiduría, pasión y un entusiasmo intacto gestiona la programación de Tadrón (teatro en idioma armenio). Una labor que le exige involucrarse en distintas tareas como proyectar la programación anual, organizar los talleres de formación, coordinar el grupo de profesores, alumnos y convocar el público. “Estoy en todo, viendo desde que no falte papel higiénico hasta que las luces estén bien en el momento de la función”, explica resaltando que todos los detalles son importantes en su mundo profesional. “Todo debe suceder como una ceremonia, como algo sagrado que es el teatro”.


El compromiso con sus raíces la llevó en 1999 a realizar el primer intercambio teatral Argentino-Armenio. Bajo su dirección se presentó en Armenia una obra emblemática del teatro argentino La Nona escrita por Roberto Cossa. Una experiencia que le dejó grandes recuerdos. “Por primera vez se conoció un dramaturgo argentino en Armenia, y a través de una obra interpretada en el idioma de aquel país”. La siguiente experiencia fue en 2013, cuando fue estrenada la obra Como arena entre las manos de Pablo Mascareño, protagonizada por la actriz Ana María Cores. En aquella ocasión, el idioma usado fue el español, pero esto no impidió la emoción del público con la excelente interpretación de los actores. Otro hito que Herminia remarca en su trayectoria fue la presentación en el teatro Tadrón, en el año 2017, de la obra ¿Oíste, papá?, escrita por el dramaturgo armenio Vahé Berberian y traducida por primera vez al español.


Es con la misma pasión que Hermina describe el ciclo teatral Teatro por la Justicia, en curso desde desde 2007. “Mucha gente se acercaba al Tadrón a preguntarnos qué era el genocidio armenio y con un grupo de teatristas tomamos conciencia de ese reclamo y decidimos armar un ciclo pero no sólo con la temática específica de los derechos de una nación o de un pueblo, sino que abrimos el espectro a la reivindicación de todos los derechos humanos”. Desde entonces, la programación sigue sin interrupción y ha recibido numerosos premios y menciones. “Anualmente se abre una convocatoria para que participen elencos o dramaturgos. Puede ser elegida una obra inédita o un espectáculo ya armado”, describe y destaca que las funciones son con entrada libre y gratuita a lo largo de los dos meses de presentación. “El público sale muy agradecido y realmente es muy conmovedor. Las obras son durísimas, pero nos dicen gracias por mantener este espacio. Creo que esto habla muy bien del ser humano”.



Herminia reconoce que la decisión de elegir la programación es ardua pero compensa el resultado, sobre todo cuando puede dedicarse a la dirección de escena, la tarea que más la apasiona en su oficio. “Ese proceso creativo es maravilloso. Conducir al actor, hacer la puesta en escena de lo que va sucediendo, poder contar el cuento, es un acto de amor”, señala apuntando a los intérpretes como piezas fundamentales para desempeñarse como directora teatral. “El actor desnuda el alma ante vos, por esa razón hay que ser amable y agradecida. Hay que tomar esta actitud con mucho cuidado. Es la materia prima dentro del cuento que querés contar”.


El período de ensayos y preparación de una obra puede durar meses y, como asegura, el proceso no es lineal. “Uno puede tener un mapa pero el territorio trazado en el día-a-día siempre va a definir realmente lo que es. El teatro va a suceder en el cuerpo del actor y en ese proceso de ida y vuelta que se crea con el director”, describe recordando con picardía que muchas veces “es más llevadera una pelea de pareja que un mal ensayo”.


Como directora teatral, Herminia considera esencial “tener el ojo y el oído muy agudo para detectar. El alma muy abierta para saber por dónde ir y agudizar la percepción, porque los cuerpos hablan más que el lenguaje”. Aunque reconozca que estos procesos creativos pueden ser difíciles, jamás la llevaron a sentirse paralizada. “El aprendizaje es encontrar el camino, contemplar todas las posibilidades que ofrece el proyecto que estás haciendo”. Tal como revela, cada obra de teatro ha superado sus expectativas, entre otras cosas, porque cada función es única. “Siempre sucede algo inesperado, siempre es gratificante, siempre hay una relación ida y vuelta con el público que te hace crecer”.



Siguiendo las enseñanzas de su maestro Gastón Breier, considera que la función del escenógrafo va más allá de la puesta del escenario, del vestuario y de la utilería: debe incluir la iluminación. Es así que se ocupa de operar personalmente las luces de cada una de las funciones. “Soy una apasionada, y siento que así sostengo al actor, aunque sea a través de la las luces que manipulo desde la cabina”, cuenta.


Herminia reconoce que las restricciones impuestas por la pandemia del Covid-19 han causado gran daño a la actividad pero asimismo apuesta a la creatividad para mantener el vínculo con el público y convertir la gran esquina vidriada del teatro Tadrón en un espacio a la vista de los transeúntes. De igual manera, siguen manteniendo en forma virtual las clases de teatro hasta que se puedan dar presencialmente. “El teatro siempre sobrevivió, así que seguramente se va a adaptar, a transformar y saldrá para adelante. Soy consciente de que vamos a tener que convivir mucho tiempo con esto, así que hay que armarse de paciencia y aceptar que en el mundo que viene no hay regularidades, pero siempre habrá creación”.


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