La solución a los problemas internos de Turquía no puede pasar por destruir Kurdistán
El Estado turco gobernado por el autoproclamado sultán Erdogán continúa reprimiendo, persiguiendo y atacando al pueblo kurdo en toda la región.
Desde el final de las conversaciones de paz entre el gobierno de Turquía y la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), en 2015, la actitud agresiva del Estado turco contra el pueblo kurdo ha ido en aumento. Esto ha sido claramente visible -aunque silenciado por los medios generalistas occidentales- en Bakur (Kurdistán del Norte, Turquía), que ha sido militarizado y donde se han desarrollado episodios de extraordinaria violencia contra la resistencia popular, destruyendo pueblos y ciudades, y masacrando a la población civil.
Además, se ha promovido una persecución constante a los políticos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), legítimos representantes de millones de votantes en instituciones locales, organizaciones civiles y en el propio Parlamento de Turquía. Hoy se cuentan por millares los miembros del HDP encarcelados y despojados de su mandato popular, siendo sus puestos ocupados por fiduciarios (interventores) afines al Partido Justicia y Desarrollo (AKP) del presidente Erdogan.
En Rojava (Kurdistán Occidental, Siria), el ejército turco ha llevado a cabo, desde 2016, tres operaciones de invasión y ocupación de territorio sirio, una flagrante violación de la legislación internacional que no ha recibido ninguna respuesta por parte de la comunidad internacional. En enero de 2018, la invasión del cantón kurdo de Afrin fue posible al abrir Rusia el espacio aéreo de la zona. La llamada operación “Rama de Olivo” provocó 300.000 desplazados internos y la destrucción de una de las pocas zonas no tocadas por la guerra siria.
La última de estas invasiones fue incluso anunciada por el presidente Erdogan ante la Asamblea de la ONU y bendecida por el presidente Trump con la retirada de las tropas americanas que controlaban la zona de Serêkaniyê y Gire Spî. Al igual que ocurrió en Afrin, la operación “Manantial de Paz” provocó una riada de desplazados, en su mayoría kurdos, que tuvieron que abandonar sus hogares para malvivir en campos de refugiados y de la caridad de sus compatriotas. Apenas quedaron organizaciones no gubernamentales occidentales para apoyarlos.
Todas las áreas invadidas por Turquía han sido ocupadas por opositores al régimen de Assad y sus familias; una oposición que ya no es otra cosa que bandas de maleantes de corte yihadista cercano a Al Qaeda que se dedican a secuestrar, robar y violar mientras el Estado turco va imponiendo la legislación, instituciones y educación turcas. A pesar de las manifestaciones de Erdogan de apoyar la unidad de Siria, es evidente que los hechos desmienten sus palabras: el objetivo es la turquificación de la zona a costa de una limpieza étnica donde los kurdos son la víctima a sacrificar.
Además, la experiencia comunalista de Rojava -personalizada en la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, AANES- no resulta un ejemplo conveniente a los ojos de los estados en general y a los poderes que ejercen su presión colonial sobre Kurdistán en particular, por el efecto dominó que podría provocar en cuanto a empoderamiento popular, especialmente de las mujeres. Por ello, las potencias hegemónicas y regionales han mirado y mirarán hacia otro lado cada vez que Turquía ejerza su presión militar contra la AANES, sin importar cuanto sufrimiento provoque en la población civil.
Con una situación económica cada vez más crítica, constantes denuncias de corrupción en las más altas esferas del gobierno y descenso en el apoyo electoral, el AKP, presionado por su socio ultranacionalista en la coalición gubernamental, se encuentra en una situación de huida hacia adelante, tratando de mostrar que la soluciones a todos los males de Turquía pasan por acabar “con el terrorismo del PKK”. A los dictadores siempre les ha atraído buscar chivos expiatorios en el exterior para distraer la atención de los problemas internos. De ahí su empecinamiento en atacar las bases de la guerrilla en Bashur (Kurdistán del Sur, Irak).
En los últimos años, el presidente Erdogan ha trabajado su alianza con la tribu Barzani, quien controla el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), gobernante de la región autónoma del Kurdistán iraquí (KRG). El trasiego de petróleo por dinero e inversiones de sur a norte ha cimentado esta relación. Es vox populi que el KRG está dirigido por uno de los más corruptos gobiernos del planeta. En este tiempo, Turquía ha aprovechado para implantar decenas de bases militares en el KRG y los agentes del MIT se mueven con familiaridad por Erbil.
Desde el 23 de abril, Turquía ha emprendido una guerra abierta en Bashur. No solo ataca las montañas donde tiene su base la guerrilla, pueblos y aldeas han sido destruidos y quemado bosques, una táctica comúnmente utilizada por el ejército turco. El día 5 de junio fue bombardeado el campamento de refugiados de Makhmur, creado en 1998 por desplazados kurdos que huían de Turquía y gestionado por la ONU. Las fuerzas militares del KRG, los peshmerga, apoyan logísticamente al ejército invasor, y el presidente Nerchivan Barzani se muestra convencido de las bondades de la invasión. A saber qué le ha prometido el encantador de serpientes Erdogan; quien, además, se frota las manos ante la división de los kurdos.
Ante esta situación de guerra abierta de Turquía y del silencio de los gobiernos y medios occidentales, los amigos del pueblo kurdo han movilizado una delegación internacional de 150 miembros que se ha dirigido a Erbil para tratar de mediar en la búsqueda de concordia entre las diferentes posiciones kurdas en el KRG. Algunos de sus miembros han podido alcanzar su objetivo, pero otros han sido retenidos en aeropuertos de origen como Düsseldorf, a mitad de su viaje (en Doha, Qatar, a dos españoles se les ha impedido embarcar y han sido devueltos a Madrid), o incluso en el mismo aeropuerto de destino (tres mujeres españolas han sido deportadas sin mediar explicación). Nos han informado que diferentes países europeos han emitido órdenes de no dejar volar a ciertas personas con destino al KRG. Es pues evidente la connivencia de la Unión Europea con la escalada bélica de Turquía en Kurdistán. No se trata sólo de que Turquía es un colega de la OTAN, es que es uno de sus mejores clientes de su producción armamentística. El capital manda.
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Fuente: Kurdistán América Latina
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