Un genocida cualquiera
La causa de los pueblos es una sola.
Por Juan Camilo Lenis*
– ¿Por qué estás acá?
– Por homicidio.
Responde una voz ronca, pero llena de juventud a la que suman muchas más, como lijas que copiosamente raspan la superficie de un mueble.
– Homicidio, homicidio, homicidio, pero yo por genocidio.
El murmullo cesó, y unos ojos verdes me miraban, mientras aquél muchacho hacía una sonrisa torcida. En el año 2010 tuve la oportunidad de visitar la penitenciaría de Peñas Blancas, ubicada en Calarcá, en el eje cafetero colombiano; su nombre debido a unas salientes blancuzcas de piedra que adornan la montaña. En esa ocasión hicimos la transmisión de un programa radial en el patio de la cárcel, los internos se acercaban a charlar con nosotros. Aquél hombre, el genocida; era delgado, alto, con una radio terciada en su cintura, unos grandes ojos verdes, pero vacíos. Me había aterrado el motivo de su condena, pasaban por mi mente las imágenes en blanco y negro de cientos de cuerpos apilándose en una zanja, imágenes salidas de algún documental de la segunda guerra mundial.
– ¿Cuántas personas mataste? Fue lo primero que se me ocurrió preguntar.
– Yo no he matado nadie, pero en la guerra, las cosas se salen de control.
Respondió, mientras masticaba un bombón de chocolate y me ofrecía otro a mí. Dos grandes imprecisiones había en mí en aquél momento, pensar en genocidio y asumirlo únicamente al Holocausto judío perpetrado por los nazis, y pensar que esto era algo únicamente enfocado a las cifras, hablar de cifras en este caso, es denigrar cualquier vida humana. Lemkin tomó la masacre al pueblo armenio para crear el término de genocidio, y así jurídicamente enmarcar el holocausto judío perpetrado en la Segunda Guerra Mundial. Pero lo sucedido fue más amplio y complejo; los nazis no sólo querían exterminar a los judíos (una identidad religiosa), también a los gitanos o eslavos (identidades étnicas) así como a los comunistas o cualquier partido de oposición ( identidades políticas) colectividades lgbti (indentidades de género) y de igual forma a personas en situación de discapacidad. Poco después de la Segunda Guerra Mundial (Convención del 9 de diciembre de 1948) se ubica al genocidio como actos realizados con la intención de destruir un grupo nacional, étnico o religioso.
– Pertenecí a un grupo al margen de la ley, todos los días teníamos enfrentamientos, muchas balas, poca tranquilidad; entramos a un pueblo y logramos que la gente saliera de ahí para seguir en combates con otro grupo, poco después nos capturaron.
El genocida del patio 8 de la penitenciaría de Calarcá seguía contando su historia, ya había devorado varios chocolates y ahora se preparaba para jugar fútbol con otros reclusos; el desplazamiento de este pueblo le valió para la imputación de cargo de genocidio. Como lo define el Derecho Internacional, sólo la tentativa es un acto de lesa humanidad. Hoy en día no se podría poner en duda que Hitler, Mussolinni, Franco o Videla que fueron genocidas, a pesar de que ninguno de ellos hubiera blandido el arma que exterminó a tantos, ellos crearon el mecanismo que lo logró, fueron los portadores del odio y el miedo. Todos ellos legitimados legalmente por ser líderes de sus países.
El hombre, sonriente, pateando el balón y bromeando con otros reclusos, los cuales en otrora, fuera de la cárcel, hubieran sido enemigos en la selva. Él y su grupo sacaron de sus hogares, en las montañas del sur de Colombia a varias familias de una comunidad indígena; cerca de ahí, en el poblado más cercano, así como en la mayoría de pueblos latinoamericanos, se planta el busto de un genocida con mirada sombría y cagado por palomas, uno de los tantos conquistadores que cruzaron el mar hace más de 500 años, con la santa cruz en manos, fueron causantes de un exterminio sin precedentes, los pueblos indígenas sufrieron de guerra y colonización por siglos.
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Jamás tendremos cifras, pero las repercusiones siguen siendo tangibles, comunidades olvidadas por los estados, víctimas de violencia y saqueo de sus bienes culturales. "Los pueblos indígenas siguen sufriendo distintas formas de violencia que configuran un genocidio", asegura Mariana Giordano, directora del Instituto de Investigaciones Geohistóricas de Argentina. El año pasado, en pleno 2019, se perpetraron las Masacres de Senkata y Sacaba donde fuerzas del Estado atacaron estas comunidades indígenas y opositoras al gobierno de facto en Bolivia, de igual forma las fuerzas de seguridad al mando de la dictadura quemaban las whipalas, las banderas de los pueblos originarios. Mientras tanto, en otras latitudes del continente grupos paramilitares desplazan comunidades indígenas para apropiarse de sus territorios.
El colonialismo siempre fue genocida, exterminar los pueblos, empobrecerlos y hacerlos depender de una metrópoli. América latina fue colonizada por imperios de ultramar como España, Portugal, Países Bajos, entre otros. Con el paso del tiempo, como afirma Gabriel Sivinian en su conferencia sobre genocidio armenio y DDHH: "Cambia la lógica de la dominación, una lógica occidental, la construcción de los Estados Nacionales. ‘Vivir en un determinado territorio los comúnes’". Con la llegada de estos Estados imperiales las personas o grupos que no hacen parte de esa identidad hegemónica, sobran, deben salir de ahí, los Estados empiezan su "limpieza".
En 1998 el estatuto de Roma remite La categorización de genocidio a una serie de actos que tienen la intención el exterminio total o parcial de un grupo nacional, étnico, religioso o racial. Los actos van desde las matanzas, las lesiones psicológicas, sometimiento a situaciones que provoquen el deterioro de la existencia, impedimento de nacimientos y traslado forzoso de niños de un grupo a otro. Desplazamientos forzados como se ven en Colombia, o apropiación de niñas y niños en el caso de las dictaduras del Cono Sur.
El escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh dejaría un aporte fundamental en la carta que le dirige a la dictadura argentina de ese momento, y la cual lo haría desaparecer ese mismo año, en 1977: "ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada". El neoliberalismo en su estratagema, trata de invisibilizar sectores de la sociedad, para que así el estado se reduzca; el gobierno de turno creará esta máquina de miseria condenando a miles de personas.
También le llamamos genocidio a la persecución sistemática de líderes y militantes políticos en América del Sur, miles fueron asesinados, exiliados y encarcelados en el marco del plan de Cóndor, aproximadamente entre 1965 y 1985, hilado por los Estados Unidos y llevado a cabo por las dictaduras de ese momento en Bolivia, Chile, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay. En Colombia, el genocidio a la Unión Patriótica, partido creado del proceso de paz con el M19, inició en 1984 y cobró la vida incluso de candidatos a la presidencia. Actualmente la eliminación de líderes sociales y firmantes de los acuerdos de paz campea en el día a día; y como esto también podemos sumar los bloqueos económicos y la injerencia extranjera como parte de ese aparato productor de miseria hacia pueblos soberanos.
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Terminaba la hora de visitas en el penitenciario, aquél hombre compraba más chocolates, se acerca a despedirse y agradecer que lo hubiera escuchado, sólo le digo que espero no reincidiera en su delito, él ríe y me ofrece de nuevo un chocolate. Un genocidio no pertenece a un pueblo, no es algo exclusivista; los genocidios trascienden las fronteras, son algo paralelo a condiciones políticas o Estados, son crímenes contra la humanidad entera.
En el actual contexto de la pandemia por el Covid19, es parte de una estructura genocida el abandono estatal que ha generado condiciones de miseria y pobreza; ningún gobierno generó el Coronavirus, pero fueron estos los que crearon las crisis, esto también puede ser llamado un genocidio en nuestros tiempos. Algunos genocidas quedan tras las rejas, aquellos que portaron el arma quedan recluidos, pero esos que crearon la máquina del odio siguen libres, legitimados, relativizados; los vemos día a día impunes e infames, con mano firme y corazón grande.
Fuente: Cuarentongos
*Comunicador social - Periodista, estudiante de maestría en Comunicación y DDHH en la Universidad Nacional de La Plata.
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