Un hombre llamado Ernesto

El pasado 14 de Junio, cumpliría 85 años Ernesto Che Guevara. Pero realmente, ¿cuál es el verdadero Che Guevara?

¿Es el que nació en Rosario en 1928? ¿El que aprendió a sobreponerse al asma leyendo novelas? ¿El que recorrió primero el noroeste argentino y luego latinoamérica para conocer de lleno el hambre y la pobreza, y aprender de las vidas de sus hermanos? ¿Es el que aprendía de la sabiduría de los pueblos? ¿Es el médico que asistía a sus enemigos luego de una batalla? ¿Es el guerrillero que junto a Fidel, soñó revoluciones no sólo para Cuba, si no para el mundo? ¿Es el que entró triunfante a La Habana o el que se fue de Cuba con identidad falsa? ¿Es el nos enseñó a ser tan pantriota del país de donde nacimos, como de toda América y el mundo? ¿Es el que luchó por la independencia de toda Latinoamérica? ¿Es el que viajó por el mundo para liberar a los pueblos de las garras del imperialismo? ¿Es el que partió a Bolivia practicamente solo o es el que empezó a nacer en la Higuera, aquel 9 de octubre de 1967? Demasiadas personas para ser una sola. Demasiado peso sobre esos hombros cargados de humildad, de esfuerzo, de solidaridad, de compañerismo, de convicciones, de ideas, de patria, de paz y de amistad.

Ernesto Guevara es revolución y socialismo. Es libertador de los pueblos como San Martín y Bolívar. Es el claro ejemplo de liberación y de antiimperialismo. Es quién plasmó a través de sus escritos y accionar que la única vía para romper definitivamente las cadenas de la explotación del hombre por el hombre es cambiando el sistema en el que vivimos. El Che es enseñanza pura de que otro mundo es posible, de que otro hombre es posible, porque fue él quien escribió en sus actos al Hombre Nuevo.

Por eso nosotros, desde la JUCA (Juventud de la Unión Cultural Armenia), seguimos levantando la bandera del Che. Seguimos combatiendo al imperialismo, destructor del hombre y de la naturaleza. Seguimos luchando por el socialismo como única solución para terminar con la opresión, con la pobreza, y con los genocidios. Por eso seguimos creyendo al igual que Ernesto, que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.